miércoles, 7 de noviembre de 2018

LA EUCARISTÍA (II). Notas sobre el sínodo panamazónico



Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

Es importante que las comunidades cristianas puedan acceder a la eucaristía. Para ello se precisa de planteamientos atrevidos. Pero, en esta nota, vamos a partir de los lugares donde ya se celebra la eucaristía: centros poblados donde hay presencia de algún sacerdote y las ciudades. No es baladí la paradoja siguiente: un maderero, petrolero… puede explotar una comunidad indígena y, cuando llega a la ciudad, comulgar en su parroquia.



La manera occidental de comprender la danza sugiere una expresión cultural más. Sin embargo, para los amazónicos la danza está inserta en un mundo animista, lo que le proporciona un asentamiento vital diferente. Para los que tengan reticencia a lo que estamos diciendo les pedimos que contemplen las catedrales e iglesias europeas anteriores a Trento y se sorprenderán con la cantidad de sirenas, faunos y demás seres mitológicos. Fue Trento quien suprimió toda esta simbología. No se trata de introducir elementos en la liturgia con un afán snob, sino de permitir que los cuerpos cristianos manifiesten el gozo y su ser cristiano con su propia manera de comprender la vida. Nosotros lo percibimos como una conversación con las culturas locales. Un ejemplo puede aclarar nuestra posición: en el pueblo kukama prácticamente se han perdido las danzas tradicionales. Sin embargo, las “veladas tradicionales” [se coloca un santo católico delante y la gente se pasa la noche danzando] es uno de los pocos espacios que ha supuesto un nicho ecológico para estas danzas, con sus músicas típicas. Es un espacio laical que la jerarquía eclesiástica permite y donde se recrean las cosmologías y el animismo relacional indígena. A nosotros nos parece que estas danzas en las veladas tradicionales son espacios de resistencia y creación indígenas.

La danza es un espacio de expresión corporal más allá de lo discursivo, algo esencial en la liturgia. No se trata únicamente de introducir danzas en las eucaristías, por ejemplo, en la procesión de ofrendas. En nuestra opinión, no sería suficiente. Proponemos, más bien, pensar los elementos de la danza en la misma eucaristía: los cuerpos en movimiento, el tiempo que incluye el ritmo, la energía, el espacio. Eso permitiría ir más allá de la celebración de la liturgia latina donde el cuerpo recibe un tratamiento más sosegado, buscando una interioridad [los cuerpos amazónicos se construyen desde la exterioridad], unos cuerpos más formando una masa que personas en movimiento… En fin, lo dejamos como sugerencia: pensar la liturgia desde los elementos de las danzas indígenas.

Los occidentales tendemos a enfatizar el discurso, empobreciendo de este modo la liturgia. Las celebraciones habitualmente son realizadas en la lengua nacional. La asamblea responde, pero suele tener un rol más bien pasivo. El idioma es otro asunto importante. En cada ciudad todos comprenden el idioma nacional y mayoritariamente tienen estos idiomas nacionales como lengua materna. Pero, incluso en estas circunstancias no es fácil establecer la comunicación. La gramática que está detrás de los predicadores y de la asamblea generalmente no coinciden. Los predicadores suelen tener gramáticas nacionales en sus cabezas (es lo que aprendemos en los seminarios, entre otros lugares) y la asamblea suele tener gramáticas indígenas, o una gramática nacional impregnada de gramáticas indígenas. Los idiomas indígenas, en nuestra opinión, continúan vertebrando las vidas de las personas, más allá de que estas mismas personas ya no comprendan los idiomas indígenas. Pero no solo la gramática, también el animismo. Las ontologías de las lenguas nacionales suelen ser esencialistas, mientras que las ontologías indígenas son más bien transformativas. Un ejemplo: la conversión para un occidental implica un cambio de mentalidad (el alma, de alguna manera), mientras que para un indígena primeramente se produce en el cuerpo: cambio de ropa…

En las asambleas litúrgicas el presidente suele dirigir la palabra, la homilía, a una masa anónima, mientras la comunicación indígena es más personalista. Esto implica que no llegamos al corazón. La unidireccionalidad del discurso revela la desigualdad y la distancia entre el predicador y los feligreses. Algo que choca contra la forma indígena de relación. Los ejemplos de los predicadores, y nos incluimos, suelen estar tomados de mundos diferentes al amazónico, lo cual dificulta la comprensión del mensaje.

En todo este proceso, los ministerios son clave. El acceso de los indígenas a los misterios conlleva un cambio radical en la comprensión de la misma iglesia. Sin embargo, no nos parece suficiente. Es posible incorporar a los indígenas a los ministerios y no producirse un verdadero cambio en el modo de comprensión de la iglesia. La “iglesia con rostro amazónico” y “rostro indígena”, siendo bellas expresiones, pueden ocultar un problema de “colonialidad de poder”. Las poliontologías indígenas deben entrar de lleno en la iglesia. La “colonialidad del saber”, inoculada en los seminarios, puede entorpecer una iglesia plural con características indígenas más allá de la pura estética. No se trata del rostro, sino del corazón. Aunque el rostro “puede ser” el reflejo del corazón.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA EUCARISTÍA (I). Notas sobre el sínodo panamazónico

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


La eucaristía es el eje vertebrador de la Iglesia. Esta es la conciencia de la Iglesia desde sus propios orígenes. Los ritos como el bautismo y la eucaristía formaron las primeras comunidades cristianas, y continúan, al día de hoy, constituyéndolas. La ausencia de la eucaristía en las comunidades supone un claro revés en la conciencia de la Iglesia. Es un grave error supeditar la celebración de la eucaristía a varones célibes. En este sentido, abrir la posibilidad que las comunidades más alejadas puedan celebrar la eucaristía es una gran alegría, del que nosotros también nos congratulamos. La eucaristía es, pues, uno de los grandes articuladores del Documento Preparatorio del Sínodo Panamazónico. Junto a la eucaristía aparecen los ministerios como una forma de su concretización.

© Parroquia Inmaculada - Iquitos, octubre 2018


Sin duda, que las comunidades puedan celebrar la eucaristía es un asunto complejo que debe ser ahondado con toda libertad. La configuración histórica actual es precisamente eso: histórica. No siempre fue así. Las comunidades neotestamentarias celebraban la eucaristía y habitualmente la presidía el dueño de la casa donde se celebraba, que fungía como presidente. En ocasiones también podían ceder la presidencia de la eucaristía a los misioneros itinerantes que los visitaban. No faltaban problemas, en ocasiones algún presidente de asamblea, que era dueño de la casa, negaba que un itinerante presidiera la eucaristía, como aparece en 3 Jn.

Con ser un gran avance, no nos parece suficiente. Es más, consideramos que puede estar desenfocando el verdadero problema. En nuestra opinión, no solo las comunidades más alejadas deben ser atendidas con la celebración de la eucaristía, sino que también debemos preguntarnos cómo estamos participando nosotros en aquellos lugares donde ya se celebra. Es decir, de nuevo aparece el rol de las ciudades. Nos parece conveniente señalarlo por dos motivos: en primer lugar, porque en las ciudades habitan los representantes del Estado y de las empresas que trabajan en los territorios indígenas. Muchos no ven incompatible celebrar la eucaristía y esquilmar los territorios indígenas. Otros ni siquiera les parece estar arruinando estos territorios con contaminación, deforestación y el resto de males conocidos. Esta conciencia del territorio amazónico nos parece que no está clara en la Iglesia. Celebramos la eucaristía sin generar cambios en nuestras formas de vida. Igual nos da celebrar en la periferia de la ciudad que en el centro, sin tener en cuenta que los cuerpos de la periferia y del centro están conectados por relaciones de poder, económicos, culturales… Otro tanto puede ser dicho de la relación ciudad-comunidades del río. De esta forma nos relacionamos en un esquema denominado de “colonialidad del poder”. Segundo, si en la amazonía el tema principal es el cuerpo, entonces nos parece que litúrgicamente también es importante tener en cuenta este aspecto.

Las eucaristías, tal como las conocemos ahora y dada la arquitectura de nuestros templos, se celebran mirando todos hacia el altar, dándose los cristianos la espalda unos a otros. Esto contrasta con las formas indígenas de ocupar el espacio en una asamblea. Lo habitual en el pueblo kukama es colocarse todos alrededor de la pared, [dejando el centro vacío para danzar] permitiendo que todas las personas puedan verse cuando toman la palabra. Este estar todos colocados de frente al altar, dándose la espalda unos a otros, fomenta la “masa anónima”. En lo que sigue nos estamos refiriendo a las ciudades. Cuando los cristianos acuden a la iglesia habitualmente conocen a algunos vecinos, pero en general no se conoce toda la “masa anónima” que está participando en la celebración. Es más, pasa a ser una persona dentro de un grupo, un número más. Al anonimato propio de la ciudad la iglesia puede ofrecer relaciones personales en comunidades pequeñas [hay que alejarse de la idea de comunidad del mundo rural que no es apta para el mundo urbano]. En la ciudad son más importantes las conexiones de unos con otros. Privilegiar el espacio que se habita, homogeneizándolo, implica no atender a las verdaderas necesidades de las personas. Celebramos la eucaristía en zonas sin agua potable y desagüe como si fuera lo normal. Y no es normal, puede ser habitual, pero no se puede convertir en la norma. Pareciera que [la mal llamada] “doctrina social de la iglesia” no tuviera nada que ver con nuestra pastoral].

Por propia experiencia, cuando los predicadores nos dirigimos a la “masa anónima” lo hacemos de forma impersonal, al grupo. Esto choca con los sistemas de comunicación indígenas que son personales. Damos por hecho que una gran parte de las personas que habitan las ciudades comparten las cosmologías indígenas o son indígenas. Siempre hay predicadores que se adaptan mejor a las circunstancias, pero el ambiente de masa no favorece. Como esquema, después dependerá mucho de cada presidente, la celebración católica es hierática. Ciertamente, hay diversas posturas y gestos: de pie, sentado, de rodillas, golpes de pecho (que habitualmente son omitidos por cantar el “ten piedad”), la paz, caminar para recibir la comunión, recibirla… Pero en general, suele haber poco contacto de unos con otros. Y, sobre todo, en silencio. En la selva el silencio no es comprensible. La gente prefiere cantar a guardar silencio. Y la asamblea tiene un papel más bien receptivo, en ocasiones deslizándose hacia la apatía. En el rito congoleño o zaireño se recoge la danza como un elemento litúrgico más. La danza será un elemento a partir del cual pensar en el siguiente post.

martes, 7 de agosto de 2018

EN TIEMPOS NEOLIBERALES PARA LA IGLESIA. Notas sobre el sínodo panamazónico


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El liberalismo, ese del libre mercado y las políticas que conlleva, necesitaba que todos fuéramos “iguales”, en el sentido de homogéneos. Los pueblos indígenas presentaban un retraso en la modernidad, se trataba de ponerlos a punto. Al menos que se convirtieran en mestizos. El mestizaje como una línea que va desde lo indígena a lo occidental. De ahí que los programas de educación fueran tan importantes. Eso sí, una educación estatal que configuraba a todos por igual y marcaba como un lastre las culturas indígenas. En la Iglesia también nos vimos avasallados por la ideología. Pero, un momento, no es que los anteriores cayeran en la trampa de la ideología, también nos sucede a nosotros; por si acaso, estamos avisados. Pues bien, durante los s. XIX y XX se construyeron internados para que los indígenas aprendieran las lenguas nacionales y algunas técnicas más para que, olvidándose del mundo indígena, se comportaran como “ciudadanos”. Esto también incluía el derecho a la salud, pero una salud occidental que inocula el “individuo occidental”. Muchos frailes y monjas dedicaron sus vidas a tareas sanitarias. Ahí está el excelente trabajo de los promotores de salud apoyados por la iglesia. No todo es negativo, también debemos estar orgullosos de este trabajo que ha supuesto algunas mejoras en la salud (vacunas…). Ahora bien, necesitamos seguir aprendiendo de los sistemas de salud indígena, donde entre otras cosas, la persona no es un “individuo” aislado, como en la cultura occidental, sino una “red de relaciones”. La salud no es únicamente un asunto del individuo sino del grupo, de la comunidad en sentido amplio: incluidos los espíritus. El chamanismo es un sistema de relación.

© Foto: Leonardo Tello. Cristo Crucificado de la Parroquia San Felipe y Santiago de Nauta


Pero ese tiempo del liberalismo es cosa del pasado. El siguiente estadio es el neoliberalismo, en el que estamos inmersos. Ya no se trata de negar la diferencia, como en la etapa anterior. Al contrario, hay que rescatarla, darle cabida, sobre todo desde el punto de vista estético, sin molestar al capital. Es el tiempo de la educación bilingüe (e intercultural) y de la salud (intercultural). Colocamos intercultural entre paréntesis porque deja mucho que desear. Esta etapa coincide con el multiculturalismo: todas las culturas son buenas y adecuadas en su propio seno, liberando de trabas (“sociales”) al capital. Se huye de la igualdad y se fomenta la “diversidad”. Ahora de lo que se trata es de los territorios.

Mientras el proyecto liberal pasaba por la homogenización de las conciencias históricas de los individuos y precisaba de los trabajos de la medicina, la biología, la antropología, la criminología…, el proyecto neoliberal pone toda su fuerza en la economía como relación social y como disciplina incuestionable. La expansión del mercado es compatible con el multiculturalismo y los proyectos estatales de interculturalidad.

Pongamos algunos ejemplos. Las petroleras hacen todo lo posible por llevarse bien con los pueblos indígenas. Si tienen que implementar algunas políticas educativas, no tienen inconveniente en hacerlo, siempre en connivencia y solapando el trabajo que le corresponde al Estado. Pueden apoyar incluso procesos bilingües (e interculturales), dejando clara su pretensión exclusiva de “hacer su trabajo” (desastres medioambientales y desestructuración indígena de por medio). A las petroleras les interesa la “paz social”, siempre y cuando los territorios indígenas puedan ser lugares de extracción de recursos naturales. Es tal la voracidad del capitalismo que prácticamente los “bienes de la creación” (que algunos denominan con una expresión que no compartimos: “recursos naturales”) son esquilmados, con poco respeto al medio ambiente, y suele coincidir con territorios indígenas.

La hidrovía amazónica es un megaproyecto que implica dragar algunos puntos de los ríos para que puedan navegar grandes barcos. Se trata de abrir la ruta Brasil, a través de la Amazonía, con la costa peruana y de acá fundamentalmente a China. En el proceso de consulta a los pueblos indígenas consiguieron que 4 sabios estuvieran presentes en todo el proceso de consulta. Eso no es problema para el Estado peruano, lo aceptó con agrado. Ponen un colorido multicultural que es apropiado para el Estado. Ahora bien, los términos en los que se consulta y las decisiones que se toman son exclusivamente desde el punto de vista occidental. La folklorización y estetización de los pueblos indígenas es favorable al neoliberalismo siempre y cuando los territorios indígenas queden abiertos a las propuestas neoliberales, es decir, en manos del capital.

Son dos los principios que el neoliberalismo necesita: los “territorios” delimitados con GPS, que no corresponden a la territorialidad indígena poblada de espíritus y relaciones; y, la “individuación”. En procesos que comienzan con el documento nacional de identidad (DNI) que fosiliza un nombre. Muchos pueblos indígenas amazónicos cambian de nombre con frecuencia, el DNI utiliza una identificación occidental, olvidando otras formas de identificación indígena[1]. Desde acá fluyen los créditos. Estos son posibles cuando una persona se convierte en “individuo” y puede enajenar bienes personales: ahí están los créditos bancarios o en proyectos de desarrollo, incluidas las propuestas de algunas ONGs.

Sin embargo, para la Iglesia no es suficiente con hacer buenos análisis. Se precisa de propuestas. Al menos es conveniente que nos inspiremos en nuestra propia tradición. Pablo se refiere a Jesús como “Señor”. Al día de hoy esta designación se nos pasa desapercibida. Sin embargo, es una respuesta cristológica de Pablo a la situación que se vivía. El emperador se denominaba “el Señor”, y pretendía exclusividad, en una tendencia hacia la divinización. Pablo acota: “el único Señor es Jesucristo, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 11), “si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás” (Rom 10, 9). Es decir, Pablo, con esta acuñación cristológica está respondiendo nada menos que a la tendencia a la divinización del emperador. Y lo tiene claro: el único Señor es Jesucristo, nadie más. Pues bien, la etapa de neoliberalismo que estamos viviendo no debe ser únicamente para hacer buenas descripciones e interpretaciones, ni siquiera para proponer cuestiones éticas, debe ser un desafío a la propia cristología: ¿quién es Jesús para las comunidades cristianas amazónicas en medio de un proceso neoliberal?

P.D.: Para el tema del liberalismo y neoliberalismo estamos en deuda con Marisol De la Cadena, una antropóloga peruana, especialista en el Ande, afincada en Estados Unidos. Para el tema de Jesús como “Señor”, nuestra gratitud con David Alvarez, un biblista que da clases en el Estudio Teológico de Valladolid (España), amigo y connovicio de uno de nosotros.

martes, 31 de julio de 2018

SOBRE LA CASA COMÚN. Notas sobre el sínodo panamazónico

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El cambio climático es una obviedad, no se puede discutir, es incontestable [aunque no faltan algunos desubicados negacionistas]. Esto nos exige una forma de vida diferente, austera y audaz al mismo tiempo. Cada uno de nosotros no puede resolver el problema, pero sí podemos ayudar con nuestro estilo de vida. La alegría cristiana debe ayudarnos también a proponer este modelo más acorde con la casa común.

© Manolo Berjón, 2012

Ya hace tres años de la publicación de la encíclica ‘Laudato Si’. Entre otras muchas cosas el Papa Francisco abogaba en esta encíclica por un cambio de modelo energético. En el contexto amazónico en el que vivimos es perentorio. Sin este cambio de la matriz energética los pueblos indígenas achuar, kichwa del Napo, Tigre y Pastaza, urarina, kukama, omurano, taushiro… continuarán recibiendo la contaminación de los lotes petroleros 192 y 8. Por eso es tan importante exigir ese cambio de modelo energético.

Ahora bien, siendo la ‘casa común’ una poderosa metáfora, no es igual para todos los pueblos. La casa grecorromana, donde celebraban la eucaristía los primeros cristianos, transmite unos determinados valores: proyección de la casa en la ciudad. Lo mismo podemos decir de un departamento en Manhattan: el individualismo occidental que trata de aislarse del mundo, aunque con la entrada de internet es difícil separar lo íntimo, de lo privado y de lo público. El iglú de los inuit del ártico, donde una tarea fundamental es aislarse del frío polar en invierno. Nuestra nota versará sobre algunos datos de la casa de los kukama, un pueblo indígena amazónico que habita fundamentalmente los cursos bajos de los ríos Huallaga, Marañon y Ucayali en el departamento de Loreto, en Perú.

Pues bien, para los kukama, siendo importante, no deja de ser secundaria. La utilizan para comer, descansar y guardar algunas herramientas valiosas como puede ser la escopeta, los machetes, las ollas… De todas formas, cuando las mujeres entran en la casa de su vecina suelen entrar hasta la cocina. Hasta hace un par de décadas, las casas no estaban compartimentadas, aunque poco a poco se ha ido imponiendo. Inicialmente las paredes externas, más tarde la división en habitaciones, primero una para los padres y otra para los hijos, o una para los padres, otra para los hijos varones y otra para las hijas mujeres. Al día de hoy muchas casas ofrecen una habitación por cada hijo/a mayor.

La división entre lo público y lo privado también es diferente. Es común que todos los miembros de la comunidad sepan lo que come cada una de las familias, y los utensilios que poseen: televisor, video, focos eléctricos… Evidentemente, también poseen una parte privada, pero es mucho más reducida que para los occidentales. Para los antiguos kukama, la casa llega hasta el cielo. De hecho, el techo de la casa de los kukama toca el estantillo del cielo. En la parte alta del techo se coloca una viga, que se considera que es la purahua, boa gigante. Tradicionalmente los kukama consideran que habitan dentro de la purahua.

Aunque pasan gran parte de la vida fuera de la casa, en espacios de trabajo (chacra, zonas de pesca o caza…) o espacios públicos (campo de fútbol, calle…), la casa continúa siendo un lugar importante. Cuando una persona es atacada en la asamblea comunal por algún problema en la comunidad, siempre puede ‘atrincherarse’ en su casa. Sin permiso del dueño nadie puede entrar en la casa, es sentido como una violación. Ni el juez de paz se atreve a entrar en casa ajena. Por otro lado, cuando hay algo que conversar de importancia con una persona se le suele invitar a la casa para mantener la conversación. Se le recibirá en el medio de la sala, el corazón de la casa, se colocarán dos sillas y se conversará con tranquilidad.

Los kukama, como muchos otros pueblos amazónicos, consideran que el mundo ‘se está maleando’, volviéndose malo. El ruido, la contaminación, el desorden… hace que el mundo se voltee: los seres que estamos en la tierra pasamos debajo del agua y los que habitan debajo del agua suben a la tierra. De esta manera surge una nueva humanidad, que con el tiempo se volverá a corromper y de nuevo se producirá un cataclismo que vuelva a recuperar el orden, para de nuevo perderlo y así sucesivamente.

En este sentido, los programas de reforestación, de conservación de recursos naturales… forman parte de preocupaciones ajenas a los kukama. El cambio climático es una manifestación de que ‘el mundo está maleado’, de un fin próximo que conlleva un nuevo nacimiento. Si para los occidentales el cambio climático pasa por tomar acciones políticas, para los kukama se vertebra en torno a propuestas ontológicas. De ahí que la ‘Laudato Si’, siendo una encíclica interesante para los occidentales, carece en su mayor parte de valor para los pueblos indígenas.

La ‘Laudato Si’ se mueve en el terreno del cristianismo, de la espiritualidad, de la ética y de la política occidentales. Da por hecho una ontología naturalista, con apertura a la trascendencia. Mientras que los kukama, y otros indígenas amazónicos, se mueven en una ontología animista. Es esta diferencia ontológica la que genera incomunicación. Pero hay más, sino tenemos suficiente cuidado la ontología naturalista occidental puede imponerse a las ontologías animistas amazónicas, consolidando la colonialidad. De ahí que sea tan importante y necesario cuestionar la colonialidad del saber, del poder, del lenguaje y de la metafísica [en lugar de metafísica en la selva se prefiere hablar de “giro ontológico”].

lunes, 23 de julio de 2018

RELIGIÓN, ESPIRITUALIDAD Y SABIDURÍA EN LA SELVA. Notas sobre el sínodo panamazónico.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

En el documento preparatorio del sínodo panamazónico se utilizan, de alguna manera, las palabras ‘religión’, ‘espiritualidad’ y ‘sabiduría’. Decimos de ‘alguna manera’ porque la palabra ‘religión’ no aparece, pero sí lo hacen sus derivados: ‘religioso/a’. Lo hace en un doble sentido: por un lado, en cuanto lo relacionado con lo que entendemos como ‘religión’ y en cuanto a las personas ‘religiosos/as’. En este sentido ‘religioso/a’ aparece 9 veces, incluyendo en las preguntas. La palabra ‘espiritualidad’ aparece 10 veces; ‘espiritual’, 3 veces [‘vida espiritual’ (1 vez); ‘raíces espirituales’ (1); ‘experiencia espiritual’ (1)]; Espíritu (3); Espíritu Santo (4); Espíritu de Dios (1); espíritu (1). El término ‘espiritualidades’ se adjetiva de varias formas: ‘de contemplación’ (1); ‘práctica’ (1); ‘profética y del martirio’ (1); ‘intercultural’ (1); ‘de comunión’ (1); ‘con estilo de Jesús’ (1); ‘diversas espiritualidades’ (1). El término ‘sabiduría’ se utiliza en el documento en 9 ocasiones. Y la palabra ‘creencia’ aparece en dos oportunidades.

Carnaval en el bajo Huallaga

En un mundo ‘claro y distinto’ se privilegia lo homogéneo. No hay espacio para la ambigüedad. Por el contrario, en un mundo en permanente cambio, en un mundo de encuentros interculturales diarios, la ambigüedad y lo heterogéneo tienen su espacio. Hay que aprender a manejarse en situaciones interculturales. Eso no significa que todos los encuentros sean perfectos, al contrario, queda mucho espacio para la ambigüedad. Es así que apelamos a la ‘equivocación controlada’. No podemos evitar el equívoco, a no ser que renunciemos a lo diverso, algo imprescindible en la selva. Lo único a lo que podemos aspirar es a controlar la equivocación.

Una palabra, un gesto, un silencio, un símbolo… significan cosas diferentes para públicos diversos. Es fundamental sospechar si estamos comprendiendo lo que nos están diciendo. Cuando la comunicación se produce en diversos idiomas es más fácil percatarse que necesitamos de una buena comprensión del otro idioma o, en todo caso, de un buen traductor. Cuando la comunicación se produce en el mismo idioma bajamos la guardia y puede que no estemos comprendiendo lo que nos dicen. Un mismo idioma no implica, necesariamente, compartir la misma cultura. Un kukama nos puede ‘prestar’ un peque peque y podemos comprender que nos está ofreciendo el peque peque para poder viajar nosotros. Sin embargo, el kukama está diciendo otra cosa diferente: nos está pidiendo prestado nuestro peque peque para que él pueda viajar. El mismo idioma, las mismas palabras, diferentes significados. De ahí la necesidad de controlar el equívoco. No podemos suprimirlo, nos quedaríamos sin comunicación, pero sí podemos controlarlo.

Con este preámbulo estamos en condiciones de pensar la religión. La palabra ‘religión’ posee connotaciones que están condicionadas culturalmente desde el punto de vista occidental. A partir de las ‘guerras de religión’ europeas se originó la separación de los diversos ámbitos sociales: economía, política, religión, derecho… Esta compartimentación, o separación de las distintas esferas, no es aceptada ni aceptable en otros universos ajenos al europeo, mucho más holísticos. Desde el islam se ha lanzado esta crítica. De ellos podemos aprender que los pueblos indígenas tampoco poseen una ‘religión’ porque también poseen una visión global, holística. Por otro lado, el término ‘religión’ es problemático a la hora de su definición. Si incluimos que la religión precisa de creer en un ser superior, una divinidad digamos, el budismo no se adapta a esta definición. Pues bien, estas críticas también sirven para la selva donde las culturas indígenas poseen un carácter holista, no aceptan los compartimientos estancos. Los primeros misioneros, incluso, consideraban a los indígenas carentes de Dios.

© Manolo Berjón, febrero 2018. Carnaval en Iquitos

En el documento se habla de la amazonía como una región ‘rica en biodiversidad, multi-étnica y pluri-cultural y pluri-religiosa’. Y, aunque no se menciona el ‘diálogo interreligioso’, parece planear sobre algunas frases del documento. Ya hemos dicho suficiente sobre religión. De igual manera podemos decir sobre el diálogo. Para los kukama, por ejemplo, no hay tal diálogo. La conversación es para aprender de la otra persona. Se trata de ‘captar las enseñanzas’, capturar podríamos decir. El que aprende está aumentando sus conocimientos y el que habla está quedándose sin ellos. Por eso, los chamanes no revelan sus conocimientos para que sus enemigos no le puedan vencer. Y, cuando los chamanes están trabajando suele crearse una cierta atmósfera enigmática. Para ello utilizan varias técnicas: pronunciar las palabras entre dientes, hablar muy bajo, cambiar el orden de las sílabas, utilizar otro idioma lo más extraño posible…, todo ello para procurar que solo comprendan los iniciados y los espíritus, pero no el resto de la población. En definitiva, el ‘diálogo inter-religioso’, tan importante en otras latitudes, no puede ser invocado e importado en la selva.

Si la palabra ‘religión’ está marcada culturalmente por el occidente cristiano (y postcristiano), otro tanto sucede con la palabra ‘espiritualidad’. Los espíritus de la selva tampoco se parecen en nada al Espíritu del cristianismo. Es fundamental marcar la diferencia, de lo contrario, no podremos controlar la equivocación. La espiritualidad, para los occidentales, es dependiente del espíritu/alma. La relación espíritu/alma con el cuerpo ha pasado por varias etapas: desde un dualismo marcado a un monismo en diversos grados. En cambio, para los achuar el espíritu también tiene su cuerpo. No es que el espíritu esté vinculado a un cuerpo, no. Sino que el espíritu, en tanto en cuanto espíritu, tiene un cuerpo, diferente del cuerpo de carne. Para los kukama, el espíritu de un difunto huele a vela. No son las únicas diferencias. Los occidentales, cristianos o no, pero permeados por el cristianismo, consideramos que sólo tenemos espíritu las personas [cuando se posee una visión más allá del monismo reduccionista]. Los indígenas amazónicos consideran que todo tiene espíritu: las plantas, los árboles, los animales, las personas… En fin, que utilizar la palabra ‘espiritualidad’ nos puede llevar a un equívoco. Por eso nos parece que hay que buscar otros términos. Algunos proponen, en lugar de utilizar el término espíritu, hablar de ‘seres de la tierra’. No entraremos ahora en esta disquisición.

El otro término que utiliza el documento preparatorio es ‘sabiduría’. En castellano tiene una connotación con sabor, está en el ámbito del gusto. En kukama, la sabiduría tiene que ver con el saber. Pero el saber se produce en el corazón. También esta palabra tiene connotaciones distintas en los diversos idiomas. Pero nos parece más fácilmente controlable su equívoco. Un equívoco que se produce en el ámbito del saber, que puede estar sujeto a cambio. Sin embargo, el ámbito de la religión, o de la espiritualidad, nos parece más difícil de cambiar porque las personas que se mueven en estos espacios suelen considerarlas creencias incrustadas en su corazón. En cambio, para los indígenas amazónicos el cambio y la transformación son ideas muy queridas y buscadas.

‘Creencia’ es otra palabra que aparece en dos ocasiones. Nos parece que es un término digno de tener en cuenta. Pero, algunos occidentales consideran la ‘creencia’ como algo irracional. No es nuestro caso. Dejémoslo así por ahora.

martes, 10 de julio de 2018

A VUELTAS CON LAS CIUDADES AMAZÓNICAS. Notas sobre el sínodo panamazónico.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


“Actualmente entre el 70% y 80% de la población de la Panamazonía reside en las ciudades”, afirma el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico. En otras palabras: la situación de la Panamazonía se juega en las ciudades. Nada novedoso: según el Banco Mundial[1] la población urbana mundial en 2017 está en torno al 55%. Recorriendo los países panamazónicos nos encontramos con la siguiente población urbana: Perú (79%), Brasil (86%), Colombia (77%), Ecuador (64%), Venezuela (89%), Surinam (66%), Guyana (29%), Guayana Francesa (sin datos) y Bolivia (69%).

© Miguel Angel Cadenas 2017. Comunidad cristiana en el puerto fluvial de Masusa - Iquitos.


Pero centrémonos en el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico[2].  Las palabras ‘ciudad’, ‘urbano’ y ‘metrópoli’ aparecen únicamente en la primera parte del documento: en el ver. Todo esto nos está indicando la falta de cohesión interna del documento. En otras palabras: que tiene varias manos. De hecho es notoria la diferencia entre las partes.

-          La palabra ‘ciudad’ aparece una primera vez en el primer párrafo del preámbulo y las cinco veces restantes en dos párrafos del ver dedicados a la ‘diversidad socio-cultural’. Daría la sensación que han sido colocados a propósito, pero no parecen permear todo el documento, como nos hubiera gustado que sucediera.

-          ‘Urbano’ aparece en 5 ocasiones. Tres de ellas aparecen en el ver. Dos de ellas en el epígrafe sobre ‘diversidad socio-cultural’ y uno en ‘identidad de los pueblos indígenas’. Las dos veces restantes aparecen en las preguntas sobre el ver.

-          ‘Metrópoli’ aparece una sola vez en el preámbulo.

Se nos dice que el crecimiento de las ‘ciudad(es)’ en la amazonía ‘ha sido muy rápido’. Se cita a ‘migrantes’ y ‘desplazados’ que se han ubicado en sus periferias y que ‘avanzan hacia dentro de la selva’. Se habla de las ‘desigualdades sociales’ y de la ‘producción de la pobreza’. Con el término ‘urbano’ se añade a lo anterior un ‘desarrollo’ no ‘integral’ ni ‘inclusivo’. Y lo que nos parece más novedoso: ‘aparece una nueva categoría constituida por los indígenas que viven en el tejido urbano, algunos reconocibles como tales y otros que desaparecen en ese contexto y por ello son llamados invisibles’. La palabra metrópoli aparece en el preámbulo sin mayores pretensiones.

Cada una de estas afirmaciones daría para comentarios enjundiosos, pero no podemos hacerlo en este espacio. Es interesante que en un documento preparatorio se perciba cómo las ciudades avanzan hacia el interior de la selva y cómo la pobreza es una construcción social e histórica, algo que es producido. Nos gusta especialmente la ‘nueva categoría’ de indígenas que viven en el ‘tejido urbano’, incluso aunque sean ‘invisibles’. Tejer es una poderosa metáfora que en la Amazonía adquiere dimensiones especiales. Todos los pueblos indígenas han tejido por miles de años con hojas de palmera, algodón… No estamos tan de acuerdo que sea una ‘nueva’ categoría. Un único ejemplo: aunque la ciudad de Iquitos, desde donde escribimos, pretenda remontar su origen a un puerto de la Marina de Guerra del Perú, que sin duda tiene su importancia, no se puede tapar el sol con un dedo. En su mismo nombre aparece el pueblo indígena ikito, que fue desplazado, agredido e invisibilizado.

Sería el momento de definir las palabras. Qué entendemos por ciudad, urbe y metrópoli. No se trata únicamente de copiar las definiciones de estas palabras provenientes de algún diccionario. En la selva tienen connotaciones propias. Pero esto nos llevaría muy lejos. Así que vamos a ver únicamente dos puntos que nos permitan aportar nuestra contribución.

Nos atrevemos con un desplazamiento que nos permita mirar desde fuera. Reflexionando sobre una ciudad actual no amazónica se dice lo siguiente: “es un agregado indígena y noindígena -un circuito de conexiones que no forman una unidad homogénea, pero donde los fragmentos que la componen aparecen en cada otro, incluso aunque ellos sean también diferentes. En consecuencia,… la distinción entre ‘yo colonial’ y el ‘otro colonizado’ no excluye otras similaridades, incluso si la distinción está repleta con el poder de las diferencias y las jerarquías sociales violentas”.

Nos parece una descripción tan redonda que renunciamos a comentarla. Pedimos al lector que se pare un poco a pensar cada una de las afirmaciones que se hace en ella. Se refiere a la ciudad de Cuzco. No se trata de pensar la amazonía desde la sierra, lejos de nosotros. Los indígenas de Cuzco, el mismo trazado urbano de la ciudad, y las temporalidades que en ellas habitan, son absolutamente diferentes de las ciudades amazónicas. A nosotros nos hubiera gustado dar con una definición similar para la ciudad de Iquitos donde vivimos. La autora de dicha descripción es una antropóloga peruana afincada en Estados Unidos: Marisol De la Cadena. Sus afirmaciones sobre ‘cosmopolítica’ nos parecen muy acertadas, aunque no nos detendremos más en ella.

La otra referencia que nos parece sugerente proviene de Cecilia McCallum, una antropóloga que trabaja con los Cashinahua o Huni Kuin. Refiriéndose a los jóvenes habla de un ‘compromiso poliontológico’: los jóvenes ya no tienen un sentido pragmático o estratégico de los idiomas nacionales, sino que están inmersos en un ‘compromiso poliontológico’. Puede verse nuestro post: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html

En las ciudades se juega el futuro de la evangelización de la Amazonía. Si la Iglesia continúa teniendo una visión occidental de la amazonía, el sínodo panamazónico nacerá muerto. Mucho nos tememos que la Iglesia se sienta cómoda en las ciudades, donde aplica una pastoral pensada en otros espacios y otros tiempos. Pensar la ciudad es un imperativo para la Iglesia actual. Pero no se trata de pensar la ciudad en general, sino de las ‘ciudades amazónicas’ en concreto, donde el ‘tejido urbano’ posee características propias. ¿Cuántas iglesias son adornadas con patiquina [Dieffenbachia obliqua]? Lo hemos visto en la catedral de Iquitos en varias Semanas Santas. ¿Cuántos cristianos comulgan con sus dedos índice y pulgar como una ‘apropiación de lo extraño’? ¿Cuántos cristianos recibimos la comunión y negamos la territorialidad integral de los pueblos indígenas o justificamos la no existencia de indígenas aislados para favorecer a las industrias extractivas y la expansión de este capitalismo voraz? ¿Cuántas familias carecen de agua potable y desagüe? ¿Cuántas personas están privadas de libertad sin comprender los razonamientos occidentales por los cuales les han llevado a la cárcel? ¿Cuándo tenemos en cuenta los sueños en nuestra pastoral? ¿Cuándo nos hemos parado a pensar que los sacerdotes, obispos… somos vistos como chamanes? ¿Cuántas familias tienen a parte de sus miembros en los ríos amazónicos y otra parte en la ciudad para comerciar con especies nativas de pescado, madera, aguaje…? En fin, pensar la ciudad amazónica y la poli-ontología nos parecen dos aspectos dignos de ser tenidos en cuenta.

Buscar una solución a la eucaristía en lugares donde no hay sacerdote puede ayudar mucho a la Iglesia amazónica. Pero tengamos en cuenta que eso, con ser importante, puede dejar a la Iglesia amazónica intacta dado que la mayoría de sus cristianos habitan en las ciudades. Por tanto, no se trata únicamente de resolver esta difícil situación de las comunidades más alejadas, como se concede un derecho a la diferencia en el multiculturalismo occidental, sino de proponer el cristianismo en medio de las poliontologías y dejarse permear por ellas, también en las ciudades.



miércoles, 4 de julio de 2018

¿MIEDO AL CUERPO? Notas sobre el sínodo panamazónico

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El documento preparatorio para el sínodo panamazónico es fluido y se lee bien. Nos llama la poca atención prestada al cuerpo. Es sintomático este olvido del cuerpo. La sociología y antropología actual le dan una significación fundamental. En concreto, en la amazonía, el cuerpo es el gran tema por excelencia. Por eso nos parece más difícil de comprender su ausencia. Es conocida la importancia del ‘Cuerpo de Cristo’ en los escritos de San Pablo y en los padres de la iglesia. Incluso, ‘cuerpo de Cristo’ se utiliza para fundamentar los diversos ministerios en 1Cor. Teniendo en cuenta la importancia de los ministerios en el documento preparatorio, nos parece increíble este olvido. Esto se completa con la preferencia por ‘Pueblo de Dios’. No parece que utilizando una única imagen bíblica para la iglesia se haga una propuesta más acertada para la diversidad amazónica.

© Manolo Berjón, 2015.

La palabra cuerpo aparece una sola vez en el documento, en las notas sobre diversidad socio-cultural, en la primera parte del ver. Hablando de “la pobreza que ha sido producida” se dice literalmente que “representa una herida profunda en los cuerpos de los diversos pueblos amazónicos”. Nos parece que esta frase debería haber sido más ampliada. Es como si se pretendiera olvidarse del cuerpo, pero no hubiera sido posible y apareciera esta única frase. Esto, a nuestro parecer es fruto de un documento hecho a varias manos donde se ha privilegiado el consenso más allá de las diferentes perspectivas.

Un término vinculado al cuerpo que sí aparece es “sangre”. Aparece en dos ocasiones en la misma frase, en la dimensión sacramental, en la segunda parte sobre el discernir. La sangre, en primer término, se refiere a los mártires, “que ha sido derramada, bañando las tierras amazónicas por el bien de sus habitantes y del territorio”. Esta defensa de los habitantes y del territorio nos parece muy oportuna. Es una defensa que se paga con la sangre: tantos indígenas asesinados por defender sus territorios y tantos misioneros como Dorothy Stang, por poner un único ejemplo. Esta sangre de los mártires se une a la Sangre de Cristo, “derramada por todos y por toda la creación”. Nos llama positivamente este último entrecomillado porque en la última reforma litúrgica de la eucaristía se evita expresamente el “por todos”, apostando más bien “por muchos”, como se recoge acá en el documento del sínodo. Pero va más allá: “por toda la creación”, evitando de esta forma el excesivo antropocentrismo. Más allá de las posibles referencias a la Laudato Si, la encíclia medioambiental de Francisco, nos parece importante por la conexión de la eucaristía con el cosmos.

Esta imagen del cuerpo hubiera dado posibilidad de hablar del territorio como un “cuerpo extendido”. La diversidad de miembros del cuerpo es una imagen adecuada para hablar de los ministerios, como nos recuerda San Pablo, pero también de la diversidad en la iglesia y al interior de los mismos pueblos indígenas. Marcar los cuerpos nos daría la posibilidad de tener en cuenta los rituales, incluido el bautismo y la eucaristía con términos más apropiados a las prácticas indígenas. Porque no se trata, a nuestro parecer, únicamente de que puedan celebrar la eucaristía aquellas comunidades donde no hay sacerdote, que esto debe ser prioritario, sino también de preguntarnos cómo celebramos la eucaristía las comunidades que sí cuentan con algún sacerdote.

La mayoría del clero, del que formamos parte, habita en las ciudades, privilegiando la eucaristía en estos espacios. Si tenemos en cuenta que en las ciudades se establecen los funcionarios estatales que, en muchas ocasiones, desconociendo las dinámicas indígenas y territoriales, se sitúan al lado del capital nos encontramos celebrando la eucaristía sin conciencia del sufrimiento que produce esta política en las poblaciones indígenas. A este propósito es necesario acudir a San Pablo (1Cor 11) y su crítica a los ricos que se emborrachan mientras los pobres no pueden comer, una crítica dura, por cierto, toda vez que de lo que se habla es de la eucaristía.

“Cuerpo de Cristo” se refiere tanto a la iglesia como a la eucaristía. En la comunión recibimos el “Cuerpo de Cristo”, la eucaristía, para que nos convirtamos en “Cuerpo de Cristo”, la iglesia. Un Cuerpo de Cristo que tiene en cuenta, incluso, a los PIAV (pueblos indígenas en aislamiento voluntario) donde la prevalencia del capital impacta en sus territorios y en sus carnes.

Una nota más para ir concluyendo. Citar la eucaristía implica, al menos, dos datos de interés: con quién se come (comensalidad) y qué se come. La eucaristía, el comer-con, genera fraternidad. Los pueblos indígenas buscan una fraternidad que pueda sortear la afinidad (los enemigos): de ahí la importancia de denominarse “hermanos”. Pero una fraternidad que es siempre frágil, inconstante, esquiva. Una fraternidad que, en términos cristianos, podríamos decir que comenzando en la tierra, es escatológica. Se puede ver el tema de las divisiones en 1Cor. Segundo, comer es algo más que nutrirse, implica también incorporar las cualidades de esa comida. Comer una carne conlleva incorporar las cualidades de ese animal. Pues bien, en la eucaristía comemos al propio Jesucristo. De esta manera las cualidades de Jesucristo nos habitan y nos permiten vivir cómo El nos enseñó. En fin, nuestra intención es apuntar temas que deben ser desarrollados con mayor amplitud y que deseamos que el sínodo tenga en cuenta.

Por eso no nos explicamos este olvido del cuerpo. Unos cuerpos situados espacial y temporalmente que permitirían que la eucaristía no se quede en una acción ritual sin más, sino que plasme la vivencia del cristianismo en estas selvas amazónicas.

lunes, 18 de junio de 2018

APORTES AL DOCUMENTO PREPARATORIO DEL SÍNODO PANAMAZÓNICO


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El documento preparatorio para el sínodo panamazónico consta de tres partes, para ello utiliza el método clásico: ver, juzgar/discernir y actuar. En nuestra opinión la primera parte es la mejor construida. Aunque tenemos algunas objeciones que queremos compartir. La segunda parte, sobre el juzgar, es una amalgama de citas bíblicas que nos parece mejorable. Y la tercera parte, sobre el actuar, tiene como centro la eucaristía y los ministerios.


© Manolo Berjón, 2014

Nos gustaría comenzar con un poco de historia. La periodización que avanzamos nos sirve como una propuesta, no como un dato acabado y refinado. Dividiremos la presencia de la iglesia en la Amazonía, de forma genérica, en tres periodos: del s. XVI al s. XIX; el siglo XX “largo o ampliado” y la actualidad. En este avatar histórico la iglesia se ha ido estableciendo en la Amazonía desde el exterior. Comenzamos con algunos focos importantes de entrada de misioneros a la Amazonía. Faltan muchos datos, pero esto no es un tratado de historia, es simplemente una propuesta que nos permita comprender en qué situación nos encontramos.

a)       Santa Cruz de la Sierra: obispado creado en 1605:
a.       Los jesuitas:
                                                               i.      Dependientes de la provincia del Perú se establecen en Moxos en 1682
                                                             ii.      Dependientes de la provincia del Paraguay se establecen en Chiquitos en 1696
b.       En el siglo XX de Santa Cruz de la Sierra se escinden:
                                                               i.      en 1917 el vicariato del Beni,
                                                             ii.      en 1919 el vicariato apostólico del Chaco, hoy denominado Camiri,
                                                           iii.      en 1930 el vicariato de Chiquitos, hoy denominado San Ignacio de Velasco;
b)      Quito: en 1639 los jesuitas de Quito llegan a Maynas;
c)       Carúpano (Orinoco, Venezuela): en 1650 llegan los capuchinos;
d)      Santa Rosa de Ocopa: fundación franciscana de 1725 en Junín (Perú). Después de la salida de los jesuitas de Maynas, visitan el Huallaga, Marañón, Ucayali, que posteriormente abandonan y se centran en la zona de la selva de Cusco y Madre de Dios.
e)      Belén do Pará: en 1748 construyen la catedral Nuestra Señora de Gracia;
f)        Chachapoyas: obispado creado en 1843;
g)       Nueva Pamplona (Colombia) (obispado creado en 1835)
a.       en 1928 se escindió la prefectura apostólica del río Magdalena, hoy denominada diócesis de Barrancabermeja;
b.       en 1951 la prelatura territorial de Bertrania en el Catatumbo, hoy denominada diócesis de Tibú)
h)      Obispado de Guayana (Venezuela) (creado en 1790);
i)        En 1892 se creó la diócesis de Amazonas, con sede en Manaus.


Los portugueses penetran desde la costa del Atlántico en la Amazonía. Jesuitas, franciscanos y otras órdenes religiosas incursionaron por el Amazonas en la parte brasileña. Existen otras sedes episcopales que no hemos señalado. La idea no es hacer un recuento de la historia, eso queda para los especialistas. Nuestra pretensión consiste en marcar tres etapas que nos permita comprender en qué situación nos encontramos:

1.       Siglos XVI-XIX: es la etapa colonial y la independencia de las colonias. Los misioneros que llegaban a la amazonía dependían de sedes episcopales que se encuentran fuera de la amazonía, generalmente bordeándola. En esta etapa se produce un cambio de dependencia de las metrópolis europeas a los estados-nación americanos.

2.       Siglo XX “largo o ampliado”. Proponemos su comienzo en 1892, con la creación del obispado de Amazonas con sede en Manaus y concluye en 2019, con el sínodo panamazónico. En esta etapa la iglesia se alía con los estados-nación y crea las diversas diócesis y vicariatos. Es una etapa de implantación de la iglesia en el territorio amazónico. Son las órdenes religiosas las que responden tanto del personal como de la economía. Pero con la crisis vocacional occidental esta etapa se está cerrando. Una de sus pretensiones fue “civilizar” a los indígenas. La creación de las actuales ciudades suele coincidir con un puesto de misión al que poco a poco se fueron incorporando diversos funcionarios estatales para terminar creciendo poblacionalmente hasta construir la ciudad. Tengamos en cuenta que el s. XIX son las independencias de las colonias, y una vez concluida esa etapa, tanto la iglesia como los estados-nación, comienzan a mirar la amazonía para ocupar su espacio, normalmente con colonos venidos de fuera.  

3.       A partir del sínodo panamazónico. Es una iglesia que pretende cambiar su rostro occidental para adquirir un “rostro amazónico” y un “rostro indígena”. Digamos que desea despojarse de su “colonialidad”: una vez conseguidas las independencias políticas nos queda el patrón estructural de poder de la modernidad, del que ahora se desea despojar. En esta tesitura los ministerios juegan un papel claro. Quién los detenta y cómo se ejerce el poder es básico para lograr la decolonialidad: pensar y actuar con criterios diferentes a los acuñados en la modernidad occidental. Esta etapa exige planteamientos diferentes. Ya no se camina al lado del estado-nación sino que se pretende situar en las fronteras para transformarlas y tejer redes transfronterizas. La idea clave es “ecosistema”: la comunidad de seres vivos que se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente. En breve: si se contamina una cuenca en Perú, Bolivia, Ecuador… termina perjudicando también a Brasil. Si se contamina en el Amazonas brasileño los grandes zúngaros ya no surcarán el amazonas, perjudicando también los territorios de los pueblos indígenas en Colombia, Perú… Los ecosistemas carecen de pasaporte. El documento utiliza también la palabra “interdependencia”. En tiempos de cambio climático, o nos salvamos todos o todos perecemos.

Es decir, la primera etapa (s. XVI-XIX) las misiones dependen de sedes episcopales que están fuera de la amazonía; la segunda etapa (s. XX “largo o ampliado”) la iglesia asienta las sedes episcopales en territorio amazónico; y la tercera etapa (actualidad) se produce la decolonialidad del poder, con las metáforas de Francisco en Puerto Maldonado recogidas en el documento preparatorio: una iglesia “con rostro amazónico” y “con rostro indígena”.

Bosquejado este sucinto repaso histórico nos centraremos a continuación en la primera parte del documento: el ver. Nos parece que es lo mejor del documento. Nos ha gustado aunque tenemos algunas objeciones:

1.       Es demasiado occidental. Se ha elegido la “escritura” como vehículo de comunicación. Incluso se elogia que algunos indígenas están escribiendo sobre sus pueblos. Esta alineación con la “ciudad letrada” nos parece poco adecuada, sobre todo ahora que los medio audio-visuales permitirían una mejor llegada a todas las comunidades, para que también pudieran participar en la preparación del sínodo. Esta apuesta por la escritura deja fuera a la mayoría de la gente en la amazonía. Es necesario revertir esta situación, todavía estamos a tiempo. Aunque los medios audio-visuales tienen otros parámetros diferentes de la escritura, no basta con colocar una cámara delante de una persona leyendo (sería nefasto), es posible y deseable intentarlo. Tal vez ya no tanto para hacer aportes al sínodo, como sería ideal, sino como un instrumento que prepare el post-sínodo, establecer redes que permitan a las comunidades “adueñarse” de la iglesia. Es decir, no estamos pensando tanto en el sínodo, como en la sinodalidad.

2.       Los indígenas son los otros, y son otros un tanto dulcificados. Se utiliza la expresión “buen vivir” y se evitan los conflictos. Nunca se dice lo que significa "buen vivir". Un sólo ejemplo: para los paumari brasileños "buen vivir" implica parasitismo: se juntan con algún patrón para de esta manera chupar su sangre. No se consideran víctimas. En definitiva, se ha tomado partido por una escuela antropológica. Nos parece que el documento destila la imagen del “buen salvaje”. En nuestra opinión esto no ayuda en nada a los indígenas y a la propia iglesia. Es como si se tratara de dejar en segundo plano los elementos que no son cómodos. Este irenismo nos parece perjudicial. Todo misionero sabe en carne propia de las luchas internas en cada comunidad y en cada pueblo indígena. En nuestra opinión no ayuda nada la elección del término “Pueblo de Dios” para referirse a la iglesia, en detrimento de “Cuerpo de Cristo” que ni siquiera se nombra. Pero esto será objeto de otro post.

3.       Estamos completamente de acuerdo con la siguiente afirmación del documento: ‘Aunque ser indígena no se deriva únicamente de su pertenencia étnica y también se refiere a su capacidad para mantener su identidad sin aislarse de las sociedades que les rodean y con las cuales interactúan’. Sin embargo, nos sorprende que se hable de “tres millones de indígenas”. Un documento preparatorio no tiene porqué explicitar de dónde sacan esta cifra de indígenas, cuáles han sido los criterios utilizados. Pero nos parece preocupante por lo siguiente:

a.       Nos parece un número muy reducido que no responde a la realidad. El problema, tal como nosotros lo concebimos, es que termine siendo una minoría a la que realizar algunas concesiones para que todo siga igual.

b.       Mucha gente que habita las ciudades, en porcentajes muy altos en nuestra opinión, participan de lo que podemos denominar ‘poli-ontologías’. Se pueden manejar como occidentales, pero cuando llegan la crisis (enfermedad, muerte…) acuden al sistema que les da más seguridad: las creencias indígenas. No en vano el chamanismo permea las sociedades amazónicas. Es frecuente, incluso, que la segunda generación de migrantes europeos presenten este tipo de poli-ontologías. Esto plantea interrogantes interesantes a la pastoral de la iglesia. Hasta ahora han sido tratados como occidentales, cuando en la práctica pastoral diaria comprobamos que no es así. Si tenemos en cuenta, como dice el documento, que el 70 u 80% de la población amazónica habita en ciudades, es fundamental que tomemos este dato con toda seriedad. Estas poli-ontologías nos permiten situar lo indígena, en nuestra opinión, más allá de la etnicidad. Para el tema de la poli-ontología se puede ver en este mismo blog: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html

Continuaremos haciendo algunas propuestas.