martes, 31 de julio de 2018

SOBRE LA CASA COMÚN. Notas sobre el sínodo panamazónico

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El cambio climático es una obviedad, no se puede discutir, es incontestable [aunque no faltan algunos desubicados negacionistas]. Esto nos exige una forma de vida diferente, austera y audaz al mismo tiempo. Cada uno de nosotros no puede resolver el problema, pero sí podemos ayudar con nuestro estilo de vida. La alegría cristiana debe ayudarnos también a proponer este modelo más acorde con la casa común.

© Manolo Berjón, 2012

Ya hace tres años de la publicación de la encíclica ‘Laudato Si’. Entre otras muchas cosas el Papa Francisco abogaba en esta encíclica por un cambio de modelo energético. En el contexto amazónico en el que vivimos es perentorio. Sin este cambio de la matriz energética los pueblos indígenas achuar, kichwa del Napo, Tigre y Pastaza, urarina, kukama, omurano, taushiro… continuarán recibiendo la contaminación de los lotes petroleros 192 y 8. Por eso es tan importante exigir ese cambio de modelo energético.

Ahora bien, siendo la ‘casa común’ una poderosa metáfora, no es igual para todos los pueblos. La casa grecorromana, donde celebraban la eucaristía los primeros cristianos, transmite unos determinados valores: proyección de la casa en la ciudad. Lo mismo podemos decir de un departamento en Manhattan: el individualismo occidental que trata de aislarse del mundo, aunque con la entrada de internet es difícil separar lo íntimo, de lo privado y de lo público. El iglú de los inuit del ártico, donde una tarea fundamental es aislarse del frío polar en invierno. Nuestra nota versará sobre algunos datos de la casa de los kukama, un pueblo indígena amazónico que habita fundamentalmente los cursos bajos de los ríos Huallaga, Marañon y Ucayali en el departamento de Loreto, en Perú.

Pues bien, para los kukama, siendo importante, no deja de ser secundaria. La utilizan para comer, descansar y guardar algunas herramientas valiosas como puede ser la escopeta, los machetes, las ollas… De todas formas, cuando las mujeres entran en la casa de su vecina suelen entrar hasta la cocina. Hasta hace un par de décadas, las casas no estaban compartimentadas, aunque poco a poco se ha ido imponiendo. Inicialmente las paredes externas, más tarde la división en habitaciones, primero una para los padres y otra para los hijos, o una para los padres, otra para los hijos varones y otra para las hijas mujeres. Al día de hoy muchas casas ofrecen una habitación por cada hijo/a mayor.

La división entre lo público y lo privado también es diferente. Es común que todos los miembros de la comunidad sepan lo que come cada una de las familias, y los utensilios que poseen: televisor, video, focos eléctricos… Evidentemente, también poseen una parte privada, pero es mucho más reducida que para los occidentales. Para los antiguos kukama, la casa llega hasta el cielo. De hecho, el techo de la casa de los kukama toca el estantillo del cielo. En la parte alta del techo se coloca una viga, que se considera que es la purahua, boa gigante. Tradicionalmente los kukama consideran que habitan dentro de la purahua.

Aunque pasan gran parte de la vida fuera de la casa, en espacios de trabajo (chacra, zonas de pesca o caza…) o espacios públicos (campo de fútbol, calle…), la casa continúa siendo un lugar importante. Cuando una persona es atacada en la asamblea comunal por algún problema en la comunidad, siempre puede ‘atrincherarse’ en su casa. Sin permiso del dueño nadie puede entrar en la casa, es sentido como una violación. Ni el juez de paz se atreve a entrar en casa ajena. Por otro lado, cuando hay algo que conversar de importancia con una persona se le suele invitar a la casa para mantener la conversación. Se le recibirá en el medio de la sala, el corazón de la casa, se colocarán dos sillas y se conversará con tranquilidad.

Los kukama, como muchos otros pueblos amazónicos, consideran que el mundo ‘se está maleando’, volviéndose malo. El ruido, la contaminación, el desorden… hace que el mundo se voltee: los seres que estamos en la tierra pasamos debajo del agua y los que habitan debajo del agua suben a la tierra. De esta manera surge una nueva humanidad, que con el tiempo se volverá a corromper y de nuevo se producirá un cataclismo que vuelva a recuperar el orden, para de nuevo perderlo y así sucesivamente.

En este sentido, los programas de reforestación, de conservación de recursos naturales… forman parte de preocupaciones ajenas a los kukama. El cambio climático es una manifestación de que ‘el mundo está maleado’, de un fin próximo que conlleva un nuevo nacimiento. Si para los occidentales el cambio climático pasa por tomar acciones políticas, para los kukama se vertebra en torno a propuestas ontológicas. De ahí que la ‘Laudato Si’, siendo una encíclica interesante para los occidentales, carece en su mayor parte de valor para los pueblos indígenas.

La ‘Laudato Si’ se mueve en el terreno del cristianismo, de la espiritualidad, de la ética y de la política occidentales. Da por hecho una ontología naturalista, con apertura a la trascendencia. Mientras que los kukama, y otros indígenas amazónicos, se mueven en una ontología animista. Es esta diferencia ontológica la que genera incomunicación. Pero hay más, sino tenemos suficiente cuidado la ontología naturalista occidental puede imponerse a las ontologías animistas amazónicas, consolidando la colonialidad. De ahí que sea tan importante y necesario cuestionar la colonialidad del saber, del poder, del lenguaje y de la metafísica [en lugar de metafísica en la selva se prefiere hablar de “giro ontológico”].

lunes, 23 de julio de 2018

RELIGIÓN, ESPIRITUALIDAD Y SABIDURÍA EN LA SELVA. Notas sobre el sínodo panamazónico.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

En el documento preparatorio del sínodo panamazónico se utilizan, de alguna manera, las palabras ‘religión’, ‘espiritualidad’ y ‘sabiduría’. Decimos de ‘alguna manera’ porque la palabra ‘religión’ no aparece, pero sí lo hacen sus derivados: ‘religioso/a’. Lo hace en un doble sentido: por un lado, en cuanto lo relacionado con lo que entendemos como ‘religión’ y en cuanto a las personas ‘religiosos/as’. En este sentido ‘religioso/a’ aparece 9 veces, incluyendo en las preguntas. La palabra ‘espiritualidad’ aparece 10 veces; ‘espiritual’, 3 veces [‘vida espiritual’ (1 vez); ‘raíces espirituales’ (1); ‘experiencia espiritual’ (1)]; Espíritu (3); Espíritu Santo (4); Espíritu de Dios (1); espíritu (1). El término ‘espiritualidades’ se adjetiva de varias formas: ‘de contemplación’ (1); ‘práctica’ (1); ‘profética y del martirio’ (1); ‘intercultural’ (1); ‘de comunión’ (1); ‘con estilo de Jesús’ (1); ‘diversas espiritualidades’ (1). El término ‘sabiduría’ se utiliza en el documento en 9 ocasiones. Y la palabra ‘creencia’ aparece en dos oportunidades.

Carnaval en el bajo Huallaga

En un mundo ‘claro y distinto’ se privilegia lo homogéneo. No hay espacio para la ambigüedad. Por el contrario, en un mundo en permanente cambio, en un mundo de encuentros interculturales diarios, la ambigüedad y lo heterogéneo tienen su espacio. Hay que aprender a manejarse en situaciones interculturales. Eso no significa que todos los encuentros sean perfectos, al contrario, queda mucho espacio para la ambigüedad. Es así que apelamos a la ‘equivocación controlada’. No podemos evitar el equívoco, a no ser que renunciemos a lo diverso, algo imprescindible en la selva. Lo único a lo que podemos aspirar es a controlar la equivocación.

Una palabra, un gesto, un silencio, un símbolo… significan cosas diferentes para públicos diversos. Es fundamental sospechar si estamos comprendiendo lo que nos están diciendo. Cuando la comunicación se produce en diversos idiomas es más fácil percatarse que necesitamos de una buena comprensión del otro idioma o, en todo caso, de un buen traductor. Cuando la comunicación se produce en el mismo idioma bajamos la guardia y puede que no estemos comprendiendo lo que nos dicen. Un mismo idioma no implica, necesariamente, compartir la misma cultura. Un kukama nos puede ‘prestar’ un peque peque y podemos comprender que nos está ofreciendo el peque peque para poder viajar nosotros. Sin embargo, el kukama está diciendo otra cosa diferente: nos está pidiendo prestado nuestro peque peque para que él pueda viajar. El mismo idioma, las mismas palabras, diferentes significados. De ahí la necesidad de controlar el equívoco. No podemos suprimirlo, nos quedaríamos sin comunicación, pero sí podemos controlarlo.

Con este preámbulo estamos en condiciones de pensar la religión. La palabra ‘religión’ posee connotaciones que están condicionadas culturalmente desde el punto de vista occidental. A partir de las ‘guerras de religión’ europeas se originó la separación de los diversos ámbitos sociales: economía, política, religión, derecho… Esta compartimentación, o separación de las distintas esferas, no es aceptada ni aceptable en otros universos ajenos al europeo, mucho más holísticos. Desde el islam se ha lanzado esta crítica. De ellos podemos aprender que los pueblos indígenas tampoco poseen una ‘religión’ porque también poseen una visión global, holística. Por otro lado, el término ‘religión’ es problemático a la hora de su definición. Si incluimos que la religión precisa de creer en un ser superior, una divinidad digamos, el budismo no se adapta a esta definición. Pues bien, estas críticas también sirven para la selva donde las culturas indígenas poseen un carácter holista, no aceptan los compartimientos estancos. Los primeros misioneros, incluso, consideraban a los indígenas carentes de Dios.

© Manolo Berjón, febrero 2018. Carnaval en Iquitos

En el documento se habla de la amazonía como una región ‘rica en biodiversidad, multi-étnica y pluri-cultural y pluri-religiosa’. Y, aunque no se menciona el ‘diálogo interreligioso’, parece planear sobre algunas frases del documento. Ya hemos dicho suficiente sobre religión. De igual manera podemos decir sobre el diálogo. Para los kukama, por ejemplo, no hay tal diálogo. La conversación es para aprender de la otra persona. Se trata de ‘captar las enseñanzas’, capturar podríamos decir. El que aprende está aumentando sus conocimientos y el que habla está quedándose sin ellos. Por eso, los chamanes no revelan sus conocimientos para que sus enemigos no le puedan vencer. Y, cuando los chamanes están trabajando suele crearse una cierta atmósfera enigmática. Para ello utilizan varias técnicas: pronunciar las palabras entre dientes, hablar muy bajo, cambiar el orden de las sílabas, utilizar otro idioma lo más extraño posible…, todo ello para procurar que solo comprendan los iniciados y los espíritus, pero no el resto de la población. En definitiva, el ‘diálogo inter-religioso’, tan importante en otras latitudes, no puede ser invocado e importado en la selva.

Si la palabra ‘religión’ está marcada culturalmente por el occidente cristiano (y postcristiano), otro tanto sucede con la palabra ‘espiritualidad’. Los espíritus de la selva tampoco se parecen en nada al Espíritu del cristianismo. Es fundamental marcar la diferencia, de lo contrario, no podremos controlar la equivocación. La espiritualidad, para los occidentales, es dependiente del espíritu/alma. La relación espíritu/alma con el cuerpo ha pasado por varias etapas: desde un dualismo marcado a un monismo en diversos grados. En cambio, para los achuar el espíritu también tiene su cuerpo. No es que el espíritu esté vinculado a un cuerpo, no. Sino que el espíritu, en tanto en cuanto espíritu, tiene un cuerpo, diferente del cuerpo de carne. Para los kukama, el espíritu de un difunto huele a vela. No son las únicas diferencias. Los occidentales, cristianos o no, pero permeados por el cristianismo, consideramos que sólo tenemos espíritu las personas [cuando se posee una visión más allá del monismo reduccionista]. Los indígenas amazónicos consideran que todo tiene espíritu: las plantas, los árboles, los animales, las personas… En fin, que utilizar la palabra ‘espiritualidad’ nos puede llevar a un equívoco. Por eso nos parece que hay que buscar otros términos. Algunos proponen, en lugar de utilizar el término espíritu, hablar de ‘seres de la tierra’. No entraremos ahora en esta disquisición.

El otro término que utiliza el documento preparatorio es ‘sabiduría’. En castellano tiene una connotación con sabor, está en el ámbito del gusto. En kukama, la sabiduría tiene que ver con el saber. Pero el saber se produce en el corazón. También esta palabra tiene connotaciones distintas en los diversos idiomas. Pero nos parece más fácilmente controlable su equívoco. Un equívoco que se produce en el ámbito del saber, que puede estar sujeto a cambio. Sin embargo, el ámbito de la religión, o de la espiritualidad, nos parece más difícil de cambiar porque las personas que se mueven en estos espacios suelen considerarlas creencias incrustadas en su corazón. En cambio, para los indígenas amazónicos el cambio y la transformación son ideas muy queridas y buscadas.

‘Creencia’ es otra palabra que aparece en dos ocasiones. Nos parece que es un término digno de tener en cuenta. Pero, algunos occidentales consideran la ‘creencia’ como algo irracional. No es nuestro caso. Dejémoslo así por ahora.

martes, 10 de julio de 2018

A VUELTAS CON LAS CIUDADES AMAZÓNICAS. Notas sobre el sínodo panamazónico.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


“Actualmente entre el 70% y 80% de la población de la Panamazonía reside en las ciudades”, afirma el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico. En otras palabras: la situación de la Panamazonía se juega en las ciudades. Nada novedoso: según el Banco Mundial[1] la población urbana mundial en 2017 está en torno al 55%. Recorriendo los países panamazónicos nos encontramos con la siguiente población urbana: Perú (79%), Brasil (86%), Colombia (77%), Ecuador (64%), Venezuela (89%), Surinam (66%), Guyana (29%), Guayana Francesa (sin datos) y Bolivia (69%).

© Miguel Angel Cadenas 2017. Comunidad cristiana en el puerto fluvial de Masusa - Iquitos.


Pero centrémonos en el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico[2].  Las palabras ‘ciudad’, ‘urbano’ y ‘metrópoli’ aparecen únicamente en la primera parte del documento: en el ver. Todo esto nos está indicando la falta de cohesión interna del documento. En otras palabras: que tiene varias manos. De hecho es notoria la diferencia entre las partes.

-          La palabra ‘ciudad’ aparece una primera vez en el primer párrafo del preámbulo y las cinco veces restantes en dos párrafos del ver dedicados a la ‘diversidad socio-cultural’. Daría la sensación que han sido colocados a propósito, pero no parecen permear todo el documento, como nos hubiera gustado que sucediera.

-          ‘Urbano’ aparece en 5 ocasiones. Tres de ellas aparecen en el ver. Dos de ellas en el epígrafe sobre ‘diversidad socio-cultural’ y uno en ‘identidad de los pueblos indígenas’. Las dos veces restantes aparecen en las preguntas sobre el ver.

-          ‘Metrópoli’ aparece una sola vez en el preámbulo.

Se nos dice que el crecimiento de las ‘ciudad(es)’ en la amazonía ‘ha sido muy rápido’. Se cita a ‘migrantes’ y ‘desplazados’ que se han ubicado en sus periferias y que ‘avanzan hacia dentro de la selva’. Se habla de las ‘desigualdades sociales’ y de la ‘producción de la pobreza’. Con el término ‘urbano’ se añade a lo anterior un ‘desarrollo’ no ‘integral’ ni ‘inclusivo’. Y lo que nos parece más novedoso: ‘aparece una nueva categoría constituida por los indígenas que viven en el tejido urbano, algunos reconocibles como tales y otros que desaparecen en ese contexto y por ello son llamados invisibles’. La palabra metrópoli aparece en el preámbulo sin mayores pretensiones.

Cada una de estas afirmaciones daría para comentarios enjundiosos, pero no podemos hacerlo en este espacio. Es interesante que en un documento preparatorio se perciba cómo las ciudades avanzan hacia el interior de la selva y cómo la pobreza es una construcción social e histórica, algo que es producido. Nos gusta especialmente la ‘nueva categoría’ de indígenas que viven en el ‘tejido urbano’, incluso aunque sean ‘invisibles’. Tejer es una poderosa metáfora que en la Amazonía adquiere dimensiones especiales. Todos los pueblos indígenas han tejido por miles de años con hojas de palmera, algodón… No estamos tan de acuerdo que sea una ‘nueva’ categoría. Un único ejemplo: aunque la ciudad de Iquitos, desde donde escribimos, pretenda remontar su origen a un puerto de la Marina de Guerra del Perú, que sin duda tiene su importancia, no se puede tapar el sol con un dedo. En su mismo nombre aparece el pueblo indígena ikito, que fue desplazado, agredido e invisibilizado.

Sería el momento de definir las palabras. Qué entendemos por ciudad, urbe y metrópoli. No se trata únicamente de copiar las definiciones de estas palabras provenientes de algún diccionario. En la selva tienen connotaciones propias. Pero esto nos llevaría muy lejos. Así que vamos a ver únicamente dos puntos que nos permitan aportar nuestra contribución.

Nos atrevemos con un desplazamiento que nos permita mirar desde fuera. Reflexionando sobre una ciudad actual no amazónica se dice lo siguiente: “es un agregado indígena y noindígena -un circuito de conexiones que no forman una unidad homogénea, pero donde los fragmentos que la componen aparecen en cada otro, incluso aunque ellos sean también diferentes. En consecuencia,… la distinción entre ‘yo colonial’ y el ‘otro colonizado’ no excluye otras similaridades, incluso si la distinción está repleta con el poder de las diferencias y las jerarquías sociales violentas”.

Nos parece una descripción tan redonda que renunciamos a comentarla. Pedimos al lector que se pare un poco a pensar cada una de las afirmaciones que se hace en ella. Se refiere a la ciudad de Cuzco. No se trata de pensar la amazonía desde la sierra, lejos de nosotros. Los indígenas de Cuzco, el mismo trazado urbano de la ciudad, y las temporalidades que en ellas habitan, son absolutamente diferentes de las ciudades amazónicas. A nosotros nos hubiera gustado dar con una definición similar para la ciudad de Iquitos donde vivimos. La autora de dicha descripción es una antropóloga peruana afincada en Estados Unidos: Marisol De la Cadena. Sus afirmaciones sobre ‘cosmopolítica’ nos parecen muy acertadas, aunque no nos detendremos más en ella.

La otra referencia que nos parece sugerente proviene de Cecilia McCallum, una antropóloga que trabaja con los Cashinahua o Huni Kuin. Refiriéndose a los jóvenes habla de un ‘compromiso poliontológico’: los jóvenes ya no tienen un sentido pragmático o estratégico de los idiomas nacionales, sino que están inmersos en un ‘compromiso poliontológico’. Puede verse nuestro post: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html

En las ciudades se juega el futuro de la evangelización de la Amazonía. Si la Iglesia continúa teniendo una visión occidental de la amazonía, el sínodo panamazónico nacerá muerto. Mucho nos tememos que la Iglesia se sienta cómoda en las ciudades, donde aplica una pastoral pensada en otros espacios y otros tiempos. Pensar la ciudad es un imperativo para la Iglesia actual. Pero no se trata de pensar la ciudad en general, sino de las ‘ciudades amazónicas’ en concreto, donde el ‘tejido urbano’ posee características propias. ¿Cuántas iglesias son adornadas con patiquina [Dieffenbachia obliqua]? Lo hemos visto en la catedral de Iquitos en varias Semanas Santas. ¿Cuántos cristianos comulgan con sus dedos índice y pulgar como una ‘apropiación de lo extraño’? ¿Cuántos cristianos recibimos la comunión y negamos la territorialidad integral de los pueblos indígenas o justificamos la no existencia de indígenas aislados para favorecer a las industrias extractivas y la expansión de este capitalismo voraz? ¿Cuántas familias carecen de agua potable y desagüe? ¿Cuántas personas están privadas de libertad sin comprender los razonamientos occidentales por los cuales les han llevado a la cárcel? ¿Cuándo tenemos en cuenta los sueños en nuestra pastoral? ¿Cuándo nos hemos parado a pensar que los sacerdotes, obispos… somos vistos como chamanes? ¿Cuántas familias tienen a parte de sus miembros en los ríos amazónicos y otra parte en la ciudad para comerciar con especies nativas de pescado, madera, aguaje…? En fin, pensar la ciudad amazónica y la poli-ontología nos parecen dos aspectos dignos de ser tenidos en cuenta.

Buscar una solución a la eucaristía en lugares donde no hay sacerdote puede ayudar mucho a la Iglesia amazónica. Pero tengamos en cuenta que eso, con ser importante, puede dejar a la Iglesia amazónica intacta dado que la mayoría de sus cristianos habitan en las ciudades. Por tanto, no se trata únicamente de resolver esta difícil situación de las comunidades más alejadas, como se concede un derecho a la diferencia en el multiculturalismo occidental, sino de proponer el cristianismo en medio de las poliontologías y dejarse permear por ellas, también en las ciudades.



miércoles, 4 de julio de 2018

¿MIEDO AL CUERPO? Notas sobre el sínodo panamazónico

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


El documento preparatorio para el sínodo panamazónico es fluido y se lee bien. Nos llama la poca atención prestada al cuerpo. Es sintomático este olvido del cuerpo. La sociología y antropología actual le dan una significación fundamental. En concreto, en la amazonía, el cuerpo es el gran tema por excelencia. Por eso nos parece más difícil de comprender su ausencia. Es conocida la importancia del ‘Cuerpo de Cristo’ en los escritos de San Pablo y en los padres de la iglesia. Incluso, ‘cuerpo de Cristo’ se utiliza para fundamentar los diversos ministerios en 1Cor. Teniendo en cuenta la importancia de los ministerios en el documento preparatorio, nos parece increíble este olvido. Esto se completa con la preferencia por ‘Pueblo de Dios’. No parece que utilizando una única imagen bíblica para la iglesia se haga una propuesta más acertada para la diversidad amazónica.

© Manolo Berjón, 2015.

La palabra cuerpo aparece una sola vez en el documento, en las notas sobre diversidad socio-cultural, en la primera parte del ver. Hablando de “la pobreza que ha sido producida” se dice literalmente que “representa una herida profunda en los cuerpos de los diversos pueblos amazónicos”. Nos parece que esta frase debería haber sido más ampliada. Es como si se pretendiera olvidarse del cuerpo, pero no hubiera sido posible y apareciera esta única frase. Esto, a nuestro parecer es fruto de un documento hecho a varias manos donde se ha privilegiado el consenso más allá de las diferentes perspectivas.

Un término vinculado al cuerpo que sí aparece es “sangre”. Aparece en dos ocasiones en la misma frase, en la dimensión sacramental, en la segunda parte sobre el discernir. La sangre, en primer término, se refiere a los mártires, “que ha sido derramada, bañando las tierras amazónicas por el bien de sus habitantes y del territorio”. Esta defensa de los habitantes y del territorio nos parece muy oportuna. Es una defensa que se paga con la sangre: tantos indígenas asesinados por defender sus territorios y tantos misioneros como Dorothy Stang, por poner un único ejemplo. Esta sangre de los mártires se une a la Sangre de Cristo, “derramada por todos y por toda la creación”. Nos llama positivamente este último entrecomillado porque en la última reforma litúrgica de la eucaristía se evita expresamente el “por todos”, apostando más bien “por muchos”, como se recoge acá en el documento del sínodo. Pero va más allá: “por toda la creación”, evitando de esta forma el excesivo antropocentrismo. Más allá de las posibles referencias a la Laudato Si, la encíclia medioambiental de Francisco, nos parece importante por la conexión de la eucaristía con el cosmos.

Esta imagen del cuerpo hubiera dado posibilidad de hablar del territorio como un “cuerpo extendido”. La diversidad de miembros del cuerpo es una imagen adecuada para hablar de los ministerios, como nos recuerda San Pablo, pero también de la diversidad en la iglesia y al interior de los mismos pueblos indígenas. Marcar los cuerpos nos daría la posibilidad de tener en cuenta los rituales, incluido el bautismo y la eucaristía con términos más apropiados a las prácticas indígenas. Porque no se trata, a nuestro parecer, únicamente de que puedan celebrar la eucaristía aquellas comunidades donde no hay sacerdote, que esto debe ser prioritario, sino también de preguntarnos cómo celebramos la eucaristía las comunidades que sí cuentan con algún sacerdote.

La mayoría del clero, del que formamos parte, habita en las ciudades, privilegiando la eucaristía en estos espacios. Si tenemos en cuenta que en las ciudades se establecen los funcionarios estatales que, en muchas ocasiones, desconociendo las dinámicas indígenas y territoriales, se sitúan al lado del capital nos encontramos celebrando la eucaristía sin conciencia del sufrimiento que produce esta política en las poblaciones indígenas. A este propósito es necesario acudir a San Pablo (1Cor 11) y su crítica a los ricos que se emborrachan mientras los pobres no pueden comer, una crítica dura, por cierto, toda vez que de lo que se habla es de la eucaristía.

“Cuerpo de Cristo” se refiere tanto a la iglesia como a la eucaristía. En la comunión recibimos el “Cuerpo de Cristo”, la eucaristía, para que nos convirtamos en “Cuerpo de Cristo”, la iglesia. Un Cuerpo de Cristo que tiene en cuenta, incluso, a los PIAV (pueblos indígenas en aislamiento voluntario) donde la prevalencia del capital impacta en sus territorios y en sus carnes.

Una nota más para ir concluyendo. Citar la eucaristía implica, al menos, dos datos de interés: con quién se come (comensalidad) y qué se come. La eucaristía, el comer-con, genera fraternidad. Los pueblos indígenas buscan una fraternidad que pueda sortear la afinidad (los enemigos): de ahí la importancia de denominarse “hermanos”. Pero una fraternidad que es siempre frágil, inconstante, esquiva. Una fraternidad que, en términos cristianos, podríamos decir que comenzando en la tierra, es escatológica. Se puede ver el tema de las divisiones en 1Cor. Segundo, comer es algo más que nutrirse, implica también incorporar las cualidades de esa comida. Comer una carne conlleva incorporar las cualidades de ese animal. Pues bien, en la eucaristía comemos al propio Jesucristo. De esta manera las cualidades de Jesucristo nos habitan y nos permiten vivir cómo El nos enseñó. En fin, nuestra intención es apuntar temas que deben ser desarrollados con mayor amplitud y que deseamos que el sínodo tenga en cuenta.

Por eso no nos explicamos este olvido del cuerpo. Unos cuerpos situados espacial y temporalmente que permitirían que la eucaristía no se quede en una acción ritual sin más, sino que plasme la vivencia del cristianismo en estas selvas amazónicas.