Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
La eucaristía es el eje
vertebrador de la Iglesia. Esta es la conciencia de la Iglesia desde sus
propios orígenes. Los ritos como el bautismo y la eucaristía formaron las
primeras comunidades cristianas, y continúan, al día de hoy, constituyéndolas. La
ausencia de la eucaristía en las comunidades supone un claro revés en la
conciencia de la Iglesia. Es un grave error supeditar la celebración de la
eucaristía a varones célibes. En este sentido, abrir la posibilidad que las
comunidades más alejadas puedan celebrar la eucaristía es una gran alegría, del
que nosotros también nos congratulamos. La eucaristía es, pues, uno de los
grandes articuladores del Documento Preparatorio del Sínodo Panamazónico. Junto
a la eucaristía aparecen los ministerios como una forma de su concretización.
© Parroquia Inmaculada - Iquitos, octubre 2018
Sin duda, que las comunidades
puedan celebrar la eucaristía es un asunto complejo que debe ser ahondado con
toda libertad. La configuración histórica actual es precisamente eso:
histórica. No siempre fue así. Las comunidades neotestamentarias celebraban la
eucaristía y habitualmente la presidía el dueño de la casa donde se celebraba,
que fungía como presidente. En ocasiones también podían ceder la presidencia de
la eucaristía a los misioneros itinerantes que los visitaban. No faltaban
problemas, en ocasiones algún presidente de asamblea, que era dueño de la casa,
negaba que un itinerante presidiera la eucaristía, como aparece en 3 Jn.
Con ser un gran avance, no nos
parece suficiente. Es más, consideramos que puede estar desenfocando el
verdadero problema. En nuestra opinión, no solo las comunidades más alejadas
deben ser atendidas con la celebración de la eucaristía, sino que también
debemos preguntarnos cómo estamos participando nosotros en aquellos lugares
donde ya se celebra. Es decir, de nuevo aparece el rol de las ciudades. Nos
parece conveniente señalarlo por dos motivos: en primer lugar, porque en las
ciudades habitan los representantes del Estado y de las empresas que trabajan
en los territorios indígenas. Muchos no ven incompatible celebrar la eucaristía
y esquilmar los territorios indígenas. Otros ni siquiera les parece estar
arruinando estos territorios con contaminación, deforestación y el resto de
males conocidos. Esta conciencia del territorio amazónico nos parece que no
está clara en la Iglesia. Celebramos la eucaristía sin generar cambios en
nuestras formas de vida. Igual nos da celebrar en la periferia de la ciudad que
en el centro, sin tener en cuenta que los cuerpos de la periferia y del centro
están conectados por relaciones de poder, económicos, culturales… Otro tanto
puede ser dicho de la relación ciudad-comunidades del río. De esta forma nos
relacionamos en un esquema denominado de “colonialidad del poder”. Segundo, si en la amazonía el tema principal es el
cuerpo, entonces nos parece que litúrgicamente también es importante tener
en cuenta este aspecto.
Las eucaristías, tal como las
conocemos ahora y dada la arquitectura de nuestros templos, se celebran mirando
todos hacia el altar, dándose los cristianos la espalda unos a otros. Esto
contrasta con las formas indígenas de ocupar el espacio en una asamblea. Lo
habitual en el pueblo kukama es colocarse todos alrededor de la pared, [dejando
el centro vacío para danzar] permitiendo que todas las personas puedan verse
cuando toman la palabra. Este estar todos colocados de frente al altar, dándose
la espalda unos a otros, fomenta la “masa anónima”. En lo que sigue nos estamos
refiriendo a las ciudades. Cuando los cristianos acuden a la iglesia
habitualmente conocen a algunos vecinos, pero en general no se conoce toda la
“masa anónima” que está participando en la celebración. Es más, pasa a ser una
persona dentro de un grupo, un número más. Al anonimato propio de la ciudad la
iglesia puede ofrecer relaciones personales en comunidades pequeñas [hay que
alejarse de la idea de comunidad del mundo rural que no es apta para el mundo
urbano]. En la ciudad son más importantes las conexiones de unos con otros.
Privilegiar el espacio que se habita, homogeneizándolo, implica no atender a
las verdaderas necesidades de las personas. Celebramos la eucaristía en zonas
sin agua potable y desagüe como si fuera lo normal. Y no es normal, puede ser
habitual, pero no se puede convertir en la norma. Pareciera que [la mal
llamada] “doctrina social de la iglesia” no tuviera nada que ver con nuestra
pastoral].
Por propia experiencia, cuando
los predicadores nos dirigimos a la “masa anónima” lo hacemos de forma
impersonal, al grupo. Esto choca con los sistemas de comunicación indígenas que
son personales. Damos por hecho que una gran parte de las personas que habitan
las ciudades comparten las cosmologías indígenas o son indígenas. Siempre hay
predicadores que se adaptan mejor a las circunstancias, pero el ambiente de
masa no favorece. Como esquema, después dependerá mucho de cada presidente, la
celebración católica es hierática. Ciertamente, hay diversas posturas y gestos:
de pie, sentado, de rodillas, golpes de pecho (que habitualmente son omitidos
por cantar el “ten piedad”), la paz, caminar para recibir la comunión,
recibirla… Pero en general, suele haber poco contacto de unos con otros. Y,
sobre todo, en silencio. En la selva el silencio no es comprensible. La gente
prefiere cantar a guardar silencio. Y la asamblea tiene un papel más bien
receptivo, en ocasiones deslizándose hacia la apatía. En el rito congoleño o
zaireño se recoge la danza como un elemento litúrgico más. La danza será un
elemento a partir del cual pensar en el siguiente post.
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