jueves, 24 de mayo de 2018

FÚTBOL, BIBLIA E IDIOMA CASTELLANO EN EL PUEBLO KUKAMA, o sobre cómo llegamos a descubrir la pastoral indígena. Algunos desafíos de los pueblos indígenas a la Iglesia.

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

Cuando llegamos por primera vez al Marañón, hace más de dos décadas, lo primero que experimentamos fue la incomunicación: no comprendíamos el habla de la gente. El primer golpe fue en la ciudad de Iquitos, aunque un golpe suave. A la semana viajamos a Nauta, una ciudad fundada por el kukama Manuel Pacaya en 1830, la incomunicación se acentuó considerablemente. A la semana siguiente estábamos en nuestro nuevo destino: Santa Rita de Castilla, en medio del pueblo kukama. Y la sensación de incomunicación era enorme, pese a que los kukama actuales tienen como lengua materna el castellano. La visita a las comunidades nos pareció estar en otro mundo.
 
© Manolo Berjón

Acostumbrados a decir lo que a uno le parece nos costó comprender la importancia de las ceremonias en la comunicación. Los saludos, las fórmulas repetitivas…, nos parecían como de otro tiempo. Más tarde nos dimos cuenta que el propio lenguaje crea situaciones. Ya habíamos estudiado eso de que “yo te bautizo…”, en una ceremonia en la iglesia, crea un nuevo cristiano. Pero ahora lo aprendido sobre “cómo hacer cosas con palabras” nos pareció mucho más intenso en la selva. La importancia de la bendición, y la necesidad de no pronunciar, bajo ningún concepto, una maldición. Con constancia, esfuerzo y paciencia de parte de nuestros interlocutores indígenas fuimos aprendiendo a comunicarnos un poco mejor.

Después comprendimos que la misma palabra tenía significados diferentes. “Préstame tu machete” para nosotros significaba: “cédeme tu machete” por un tiempo limitado. Para los kukama el prestatario se hace dueño del machete. De ahí que sea de mal gusto requerir la posesión del machete por parte de su dueño. Esto nos costó mucho tiempo comprenderlo y nos llevó a investigar en el idioma kukama. El descubrimiento del idioma fue toda una revelación. Poco a poco nos fuimos acostumbrando. O mejor, desde el punto de vista indígena: nos fueron domesticando. El tomar masato (cerveza de yuca) fue toda una lección de domesticación.

EL FÚTBOL

Todas las tardes se juega a fútbol o futbito. Infaltable. El campo de fútbol está en medio de la comunidad. Da la sensación de pisar un terreno seguro. El primer día que jugamos todo fue bien. El segundo día recibimos algunas patadas, que atribuimos a malos cálculos. El tercer día recibimos más golpes. No se detenía la pelota y nadie reclamaba falta, lo que nos sorprendía. Entonces no le dimos importancia. Después comprendimos que la fuerza es un elemento clave para los kukama. Su forma de jugar a fútbol es una demostración de habilidad y fuerza. El débil no tiene oportunidad. Mucho más tarde averiguamos que se coloca un sapo en la portería para que no entre la pelota, o un chamán puede hacer que el contrario se caiga y se lesione…

¿Por qué hablar de fútbol? Sabiendo que es un juego venido de fuera, entonces podemos caer en la cuenta de una característica indígena fundamental: apropiarse de lo extraño para continuar siendo indígena. De esta manera se apropiaron del futbol (juego extranjero) para continuar siendo indígenas (juegan a su manera). De ahí la importancia de que el campo de fútbol ocupe el centro del pueblo. Lo externo (el fútbol) se sitúa en el corazón para continuar siendo indígenas.

Los campeonatos de fútbol son fundamentales. Un Animador Cristiano nos contó que uno de sus hijos, de 16 años, fue a jugar a futbol a otra comunidad. Llegó tarde en la noche y de frente se metió en su mosquitero para dormir. En la mañana siguiente salió del mosquitero normal, fue al río a acarrear el agua, pero su madre estaba molesta, aunque no le decía nada. Al llegar la hora del desayuno apareció una señorita que salió de su mosquitero. La presentó como su mujer. El fútbol es mucho más que un deporte. Hace que los jóvenes viajen a otras comunidades y no son pocas las familias que se han constituido o reunido en un campeonato de fútbol


LA BIBLIA

La señora Miguelina no sabía leer ni escribir, nunca había ido a la escuela. Pero tenía una gran sabiduría y fue una gran partera. Cuando ya estaba enferma un día nos hizo llamar. Acudimos y nos pidió una Biblia. Éramos conscientes que ella no sabía leer ni escribir. Entonces, ¿para qué la quería? Muy sencillo: para colocarla debajo de su almohada. Los kukama, tradicionalmente, colocaban la hoja del toé debajo de la almohada para que les haga soñar. La señora Miguelina quería que Dios le hiciera soñar y la forma más apropiada era colocar la Biblia debajo de la almohada.

Dicho así pareciera no tener mucha importancia. Lo que sucede es que para los indígenas el mundo no es únicamente lo que vemos, sino que existen otros mundos donde habitan otros seres. Dios, para los kukama, habita en el cielo más alto. Los sueños vienen a ser una verdadera revelación. A esto convendría añadir que la Biblia se convierte también en protección. Si tenemos en cuenta que la señora Miguelina estaba enferma, es fácil de comprender que estaba pidiendo a Dios, a través de la Biblia, protección contra el mal (la enfermedad en este caso).

No pretendemos en estas notas breves extraer todas las consecuencias, tan solo queremos apuntar una dirección. El aprendizaje ha sido costoso. Se necesita de una gran paciencia. Pero cuando nos dimos cuenta que íbamos comprendiendo nos embargó una sensación de satisfacción, de saber qué está pasando, de poder compartir la vida con personas increíblemente sabias que también tuvieron mucha paciencia con nosotros. Eso no significa que sepamos todo, ni mucho menos, continuamos siendo unos humildes aprendices. De ahí la necesidad de una pastoral indígena.

Cada pueblo indígena es diferente. La diversidad es una de las características más importantes en la amazonía. Las notas que escribiremos a continuación están enraizadas en el pueblo kukama. Son experiencias nuestras. Posiblemente otros pueblos y otras gentes tengan experiencias diferentes. Sin embargo, nos parecen oportunas para una conversación entre gentes que caminan por la Amazonía. Es nuestra pequeña contribución a esta convocatoria del sínodo panamazónico. Esperemos que sirvan para conversar.

SOCCER, THE BIBLE AND THE SPANISH LANGUAGE AMONG THE KUKAMA PEOPLE, or how we came to discover indigenous ministry. Some challenges for the church from indigenous peoples.

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

When we first arrived in the Marañón River Valley, more than two decades ago, the first thing we experienced was miscommunication: we didn’t understand the way people talked. It first struck us in the city of Iquitos, although the blow there was relatively soft. When we traveled to Nauta, a city founded by the Kukama Manuel Pacaya in 1830, the following week, the sense of miscommunication was sharply accentuated. A week later, we reached our new home, Santa Rita de Castilla, amid the Kukama people. And the feeling of miscommunication was enormous, even though the Kukama nowadays speak Spanish as their first language. When we visited communities, we felt as if we were entering another world.
© Manolo Berjón

Accustomed as we were to speaking our minds, it was difficult for us to understand the importance of ceremony in communication. Greetings, repetitive formulas … they seemed to be from another era. We later realized that language itself creates situations. We had already studied how “I baptize you,” in a ceremony in the church, creates a new Christian. But what we began to learn about “how to do things with words” seemed much more intense in the Amazon. The importance of the blessing, and the importance of never, under any circumstance, speaking a curse. With persistence, effort and patience on the part of our indigenous interlocutors, we gradually learned to communicate better.

We later realized that the same word had different meanings. To us, “Lend me your machete” meant, “Give me your machete” for a limited time. For the Kukama, the borrower becomes the owner of the machete. It would therefore be in poor taste for the owner to ask for its return. It took us a long time to understand that, and it led us to study the Kukama language. The discovery of the language was a revelation. We gradually became accustomed to the Kukama culture. Or more accurately, from the indigenous point of view, they gradually domesticated us. Drinking masato (fermented cassava beer) was a lesson in domestication.


SOCCER

Every afternoon, people play soccer or fulbito (a scaled-down version of the game). Without fail. The soccer field is in the middle of the community. It gives one the sense of being on solid ground. The first day we played, all went well. The second day, we were knocked around a bit, but put it down to poor calculation. The third day, we received rougher treatment. Play didn’t stop, and no one called foul, which surprised us. So we paid little attention. We later understood that strength is a key element for the Kukama. Their way of playing soccer is a demonstration of skill and strength. The weak have no chance. Much later, we discovered that a toad may be placed on the goal post to keep the ball away, or a shaman can make an opponent fall and injure himself…

Why talk about soccer? Knowing that it is a game that came from outside, we can discover a key indigenous characteristic: appropriating from the foreign to continue being indigenous. People have appropriated soccer (a foreign game) so as to continue being indigenous (they play in their own way). Thus the importance of the soccer field’s central location. The external (soccer) is taken into the heart so people continue to be indigenous.

Soccer tournaments are crucial. One Animador Cristiano (leader of the village’s Catholic community) told us that one of his sons, age 16, went to play soccer in another community. He arrived home late at night, and immediately went to bed under his mosquito net. The next morning, he slipped out from under his mosquito net as usual and went to the river to fetch water. His mother was annoyed, although she said nothing. At breakfast time, a young woman appeared from under his mosquito net. He introduced her as his wife. Soccer is much more than sport. It makes young men travel to other communities, and more than a few families or couples have been formed at a soccer match.


THE BIBLE

Señora Miguelina did not know how to read or write and had never been to school. But she was a woman of great wisdom and an excellent midwife. One day, when she was ill, she sent for us. We went to her home and she asked us for a Bible. We were aware that she did not know how to read or write. So why did she want a Bible? It was simple: to place it under her pillow. The Kukama traditionally place the leaf of the toé plant under their pillow so it will make them dream. Señora Miguelina wanted God to make her dream, and the most appropriate way was to place the Bible under her pillow.

Recounted in those terms, it seems unimportant. But for indigenous people, the world is not just what we see; other worlds also exist, inhabited by other beings. God, for the Kukama, lives in the highest heaven. Dreams are a form of true revelation. We should add that the Bible also becomes a means of protection. Given that Señora Miguelina was ill, it is easy to understand that she was asking God, through the Bible, for protection against evil (illness, in this case).

In these brief essays, we do not attempt to discuss all the implications of these experiences; we seek only to offer guideposts. Learning has come at great cost. Much patience is required. But when we realized that we were understanding, we were overcome with a sense of satisfaction, of knowing what was going on, of being able to share life with people who were incredibly wise, and who also were extremely patient with us. That does not mean we know it all, by any means. We are still humble apprentices. That is why an indigenous ministry is necessary.

Every indigenous people is different. Diversity is one of the most important characteristics of Amazonia. The essays in this series are rooted in the Kukama people. They reflect our experiences. Other peoples and other people may have different experiences. This seems like a good moment for a conversation among the people who journey through Amazonia. It is our small contribution to the call for a pan-Amazonian synod. We hope it can help start a conversation.

martes, 22 de mayo de 2018

A MATTER OF JOURNEYING – Some Challenges for the Church from Indigenous Peoples

Pope Francis’ call for a “pan-Amazonian synod” fills us with joy. The word “synod” comes from a root meaning “journeying together.” And although we need the help of experts to guide us, it is important for all of us Christians to contribute what we can: our searching, our efforts, our errors and our successes in following Jesus, here, in the pan-Amazon. We believe it is necessary for as many people and institutions as possible to offer their knowledge, knowledge that springs from the heart, in the indigenous way of thinking. This gives us the courage to set down on paper some of the issues we would like to share. We do this with a dual purpose: first, because sharing ideas forces one to think about what is being shared, and second, to listen to others who want to contribute.

© Miguel Angel Cadenas, abril 2018. Via crucis en Masusa, puerto fluvial de Iquitos.

Journeying is a beloved metaphor for many Amazonian peoples. We will limit ourselves to the Kukama people, with whom we have journeyed together during part of our lives. The Kukama are a Tupí-Guaraní people who live in the lower reaches of the Ucayali, Marañón and Huallaga rivers, as well as on the periphery of Amazonian cities in Peru. We have accompanied the Kukama people on the Marañón River in Peru.

When a child is born, they say, “he is arriving” and “he arrived.” Similarly, when death nears, people experience it as a journey. When a person is dying, what actually happens, from the Kukama point of view, is that she takes leave of her relatives on earth and her deceased relatives come to take her to live with them. It is like changing families: from the relatives living on earth to the ones who are beyond death. If a person travels far away and falls out of touch, it is a form of social death, because he has ended his social relationships with those he knew. His name will never again be spoken in public. Usually, however, someone who goes far away stays in touch somehow. Cell phones have made that easier. With Peru’s economic growth, which has been concentrated on the coast, many Kukama have migrated from their communities to Lima or other coastal cities. They generally join some relative at their destination. With cell phones and wire transfers, the family continues to play an important part in their lives. It is a way of keeping social death at bay.

Distances and time have become compressed. Some people who have migrated to Lima return to the Marañón River to be treated by a shaman. And when their health is restored, they go back to their workplace. The matter of cell phones is delightful, as we found in the case of a Yagua family. The aunt lives in Iquitos and is a catechist in our parish. The grandmother lives in Pebas, downstream on the Amazon River in Peru, and the 20-something grandson lives in Lima. We’ve seen how the grandson talks in Yagua via WhatsApp with his grandmother, who uses the aunt’s cell phone when visiting her in Iquitos. This poses new challenges, including for the church. If we seek to “journey together,” we now have many more communication networks than we had just a few years ago. We need to know how to take advantage of the opportunities.

These networks, however, are not new. Long-distance trade has always been possible, even in pre-Columbian times. Examples include the use of Tikuna curare by groups on the upper Amazon, and the Ucayali and Napo rivers, and linguistic relationships among the Jibaro, Kichwa and Waorani.

One period of upheaval in the Amazon was the rubber era, which scattered many indigenous peoples. In the case of the Kukama, we know that a stream and a community in the department of Madre de Dios bear the name Cocama. We know the story of a Kukama woman who married a Kichwa from Pastaza and has lived ever since in Ecuador. It is known that part of the Kukama people relocated along the Amazon River, as there are Kukama settlements in Brazil and Colombia, as well as in Peru.

A pan-Amazonian synod must bear in mind these dispersions, which are the fruit of history; the church can help establish ties between members of the same peoples who live in different territories. Many people live on both sides of national borders. That makes the concept of a pan-Amazonia especially important. It breaks with the idea of the nation-state and establishes higher alliances. The church, a global institution, can again connect indigenous peoples who were broken apart by the configuration of nation-states and the hecatomb of rubber.

This “pan-Amazonian synod” raises questions for us, and we believe it is crucial that we all contribute what we can and establish more solid networks, where information can circulate more horizontally. We have planned a series of eight short essays, which will follow this introduction, and which will take a closer look at the issues that concern us. Obviously, there are many more topics, but that is the scope of this series.

For Amazonian peoples, everything has a spirit. What distinguishes some beings from others are their bodies. A second introductory note will look at how we became convinced of the need for an indigenous ministry and its importance for the church. We will consider various situations: The case of a woman who, on her deathbed, married “a broomstick,” which is perfectly understandable from an indigenous standpoint, although it puzzles us westerners. The case of another woman, who married on her deathbed in an effort to ward off sorcery; she was not successful, but at least she died in peace. Our accompaniment of several indigenous organizations in the case of the Amazonian hydrovia and the challenges posed by major infrastructure projects.

The questions and observations that have arisen in our discussions with seminarians, and challenges for the pan-Amazonian church. Intercultural (mis)understandings about the sacrament of Confession, so as to be able to accompany those who seek it, especially in cities, as a very large percentage of indigenous people live in Amazonian cities. The many twists and turns we have encountered while accompanying the Kukama people in their defense of a healthy environment in an oil-producing province. And a final essay about the devil in an urban neighborhood, a topic that does not receive the attention it deserves, and which for indigenous peoples involves an enormous challenge of “otherness.” There are many more topics to discuss, but we decided to begin with this short series of essays. We do not expect everyone to agree with us; that is not the purpose. Rather, we hope this will start a conversation among many people We hope that we will encourage one another to “journey together,” as the word “synod” calls us to do.

By: Manolo Berjón y Miguel Angel Cadenas
Translated by: Barbara Fraser

martes, 15 de mayo de 2018

SI DE CAMINAR SE TRATA. Algunos Desafíos de los Pueblos indígenas a la Iglesia

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

La convocatoria de un “sínodo panamazónico” ha supuesto una gran alegría para nosotros. Sínodo significa “caminar juntos”. Y, aunque necesitamos la ayuda de expertos que nos orienten, es preciso que todos los cristianos nos sintamos urgidos a poner nuestro granito de arena: nuestras búsquedas, tentativas, errores y aciertos en el seguimiento de Jesús, acá, en la panamazonía. Consideramos que es preciso que la mayor cantidad de personas e instituciones puedan contribuir con sus saberes, un saber que nace del corazón, al modo de pensar indígena. De ahí que nos atrevamos a poner por escrito algunas de las cuestiones que deseamos compartir. Nos marcamos un doble objetivo: por un lado, cuando uno comparte se obliga a pensar lo que pone en común; por otro lado, poder escuchar a otras personas que quieran aportar.
© Manolo Berjón

Y si de caminar se trata, caminar es una metáfora querida para muchos pueblos amazónicos. Nosotros nos vamos a circunscribir al pueblo kukama, con el que nos hemos acompañado mutuamente durante parte de nuestra vida. Los kukama son un pueblo tupí-guaraní que habita los cursos bajos de los ríos Ucayali, Marañón y Huallaga, además de las periferias de las ciudades amazónicas peruanas. Pero también se encuentran en la frontera con Colombia y en Brasil. Nosotros hemos acompañado al pueblo kukama en el río Marañón, en Perú. 
Cuando nace un niño se dice que “está llegando”, “ya llegó”. De igual manera, cuando se acerca la muerte, las personas lo viven como un viaje. Cuando una persona está moribunda en realidad lo que sucede, desde el punto de vista kukama, es que se va despidiendo de sus familiares en la tierra y vienen sus familiares difuntos a buscarle para llevarle a vivir con ellos. Es como un cambio de familia: de los que están en la tierra, a los que están más allá de la muerte. Si una persona viaja lejos y no vuelve a dar señales de vida es una forma de muerte social porque ha terminado las relaciones sociales con sus conocidos. De tal modo, que su nombre nunca más se vuelve a pronunciar en público. Pero lo normal es que alguien que viaja lejos de algunas señales de vida. Ahora con los celulares es más fácil. De hecho, con el crecimiento económico en Perú, que se ha concentrado en la costa, muchos kukama han migrado de sus comunidades a Lima u otros destinos de la costa. Pero lo habitual es establecerse junto con algún familiar en el nuevo destino. Los celulares y las transferencias bancarias hacen que la familia continúe teniendo un peso importante. Es una forma de conjurar la muerte social.

Las distancias y los tiempos se han acortado. Algunos de los migrantes en Lima regresan al río Marañón para ser tratados por algún chamán. Y cuando han restablecido la salud regresan a su lugar de trabajo. Lo del celular es simpático. Conocemos el caso de una familia yagua muy ilustrativo. La tía vive en Iquitos, es catequista en nuestra parroquia. La abuela vive en Pebas (río Amazonas, Perú) y el nieto veinteañero, en Lima. Vía whatsApp hemos visto cómo el nieto conversaba en yagua con su abuela, desde el celular de la tía en Iquitos. Esto plantea nuevos retos, también para la iglesia. Si pretendemos “caminar juntos” ahora tenemos muchas más redes de comunicación que hace algunos años. Es cuestión de que sepamos aprovechar las oportunidades.

Pero estas redes no nacen en el presente. El comercio a larga distancia siempre ha sido posible, incluso en épocas precolombinas: el curare tikuna estaba presente entre los grupos del alto Amazonas, del Ucayali y Napo. O las relaciones lingüísticas entre los jíbaro, kichwa y waorani, por dar dos únicos ejemplos. Un periodo convulso en la Amazonía fue la época del caucho. Esto dispersó a muchos pueblos indígenas. Para continuar con el pueblo kukama, sabemos que hay una quebrada y una comunidad con el nombre Cocama en el departamento de Madre de Dios. Conocemos la historia de una mujer kukama que se casó con un kichwa del Pastaza y vive desde entonces en territorio ecuatoriano. Es conocido el traslado de parte del pueblo kukama por el Amazonas, habiendo asentamientos kukama tanto en Brasil como en Colombia, además de en Perú. 

Un sínodo panamazónico también debe pensar en estas dispersiones fruto de la historia y la iglesia puede ayudar a establecer lazos entre gentes del mismo pueblo que habitan en territorios diferentes. Es conocido que muchos pueblos viven a ambos lados de las fronteras de los países. De ahí la gran importancia de lo panamazónico. Se rompe con la idea del estado-nación y se establecen alianzas superiores. La iglesia, una institución global, puede volver a conectar pueblos indígenas que se vieron disgregados con la configuración de los estados-nación y la hecatombe del caucho.


Nos sentimos interpelados por este “sínodo panamazónico” y consideramos que es fundamental que aportemos entre todos y establezcamos redes más sólidas donde la información fluya de forma más horizontal. Hemos pensado en una serie de 8 notas breves que acompañen a esta introducción que irá desgranando algunos temas que nos preocupan. Es evidente que hay muchísimos más temas, pero esta serie está pensada así. Es conocido que, para los amazónicos, todo tiene espíritu, lo que distingue a unos seres de otros son los cuerpos. Una segunda nota introductoria versará sobre cómo llegamos a la convicción de la necesidad de la pastoral indígena y la importancia que tiene en la iglesia. En segundo lugar, consideraremos la situación de una mujer, en su lecho de muerte, que se casó con “un palo de escoba” y que desde el punto de vista indígena es perfectamente comprensible, aunque a los occidentales nos deje perplejos. La situación de otra mujer que se casó en su lecho de muerte para conjurar la brujería, algo que no consiguió pero, al menos, murió en paz. El acompañamiento que realizamos a varias organizaciones indígenas con el tema de la hidrovía amazónica y los retos que estos megaproyectos nos provocan. Las preguntas y constataciones que hemos realizado con los seminaristas y los desafíos para la iglesia panamazónica. Los (des-)encuentros interculturales en el sacramento de la confesión para poder acompañar a quienes se acercan, sobre todo en las ciudades, toda vez que un porcentaje muy alto de indígenas habitan las ciudades amazónicas. Las vueltas y revueltas que hemos dado acompañando al pueblo kukama en su defensa de un medio ambiente sano en una provincia petrolera. Y una última nota sobre el demonio en un asentamiento humano en la ciudad. Un tema al que no se le da la debida importancia y para los pueblos indígenas supone un desafío de la alteridad de grandes proporciones. Hay más temas, pero para empezar hemos pensado esta pequeña serie de notas. No pretendemos que estén de acuerdo, ese no es el objetivo, sino como un instrumento para que nos ayuden a conversar entre muchos. Ojalá nos animemos unos a otros a “caminar juntos”, tal como podemos traducir la palabra “sínodo”.