Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
“Actualmente entre el 70% y 80%
de la población de la Panamazonía reside en las ciudades”, afirma el documento
preparatorio para el Sínodo Panamazónico. En otras palabras: la situación de la
Panamazonía se juega en las ciudades. Nada novedoso: según el Banco Mundial[1]
la población urbana mundial en 2017 está en torno al 55%. Recorriendo los
países panamazónicos nos encontramos con la siguiente población urbana: Perú
(79%), Brasil (86%), Colombia (77%), Ecuador (64%), Venezuela (89%), Surinam
(66%), Guyana (29%), Guayana Francesa (sin datos) y Bolivia (69%).
© Miguel Angel Cadenas 2017. Comunidad cristiana en el puerto fluvial de Masusa - Iquitos.
Pero centrémonos en el documento
preparatorio para el Sínodo Panamazónico[2].
Las palabras ‘ciudad’, ‘urbano’ y
‘metrópoli’ aparecen únicamente en la primera parte del documento: en el ver.
Todo esto nos está indicando la falta de cohesión interna del documento. En
otras palabras: que tiene varias manos. De hecho es notoria la diferencia entre
las partes.
-
La palabra ‘ciudad’ aparece una primera vez en
el primer párrafo del preámbulo y las cinco veces restantes en dos párrafos del
ver dedicados a la ‘diversidad socio-cultural’. Daría la sensación que han sido
colocados a propósito, pero no parecen permear todo el documento, como nos
hubiera gustado que sucediera.
-
‘Urbano’ aparece en 5 ocasiones. Tres de ellas
aparecen en el ver. Dos de ellas en el epígrafe sobre ‘diversidad
socio-cultural’ y uno en ‘identidad de los pueblos indígenas’. Las dos veces
restantes aparecen en las preguntas sobre el ver.
-
‘Metrópoli’ aparece una sola vez en el
preámbulo.
Se
nos dice que el crecimiento de las ‘ciudad(es)’ en la amazonía ‘ha sido muy
rápido’. Se cita a ‘migrantes’ y ‘desplazados’ que se han ubicado en sus
periferias y que ‘avanzan hacia dentro de la selva’. Se habla de las ‘desigualdades
sociales’ y de la ‘producción de la pobreza’. Con el término ‘urbano’ se añade
a lo anterior un ‘desarrollo’ no ‘integral’ ni ‘inclusivo’. Y lo que nos parece
más novedoso: ‘aparece una nueva categoría constituida por los indígenas que
viven en el tejido urbano, algunos reconocibles como tales y otros que
desaparecen en ese contexto y por ello son llamados invisibles’. La palabra
metrópoli aparece en el preámbulo sin mayores pretensiones.
Cada
una de estas afirmaciones daría para comentarios enjundiosos, pero no podemos
hacerlo en este espacio. Es interesante que en un documento preparatorio se
perciba cómo las ciudades avanzan hacia el interior de la selva y cómo la
pobreza es una construcción social e histórica, algo que es producido. Nos
gusta especialmente la ‘nueva categoría’
de indígenas que viven en el ‘tejido urbano’, incluso aunque sean ‘invisibles’.
Tejer es una poderosa metáfora que en la Amazonía adquiere dimensiones
especiales. Todos los pueblos indígenas han tejido por miles de años con hojas
de palmera, algodón… No estamos tan de acuerdo que sea una ‘nueva’ categoría.
Un único ejemplo: aunque la ciudad de Iquitos, desde donde escribimos, pretenda
remontar su origen a un puerto de la Marina de Guerra del Perú, que sin duda
tiene su importancia, no se puede tapar el sol con un dedo. En su mismo nombre
aparece el pueblo indígena ikito, que fue desplazado, agredido e
invisibilizado.
Sería el momento de definir las
palabras. Qué entendemos por ciudad, urbe y metrópoli. No se trata únicamente
de copiar las definiciones de estas palabras provenientes de algún diccionario.
En la selva tienen connotaciones propias. Pero esto nos llevaría muy lejos. Así
que vamos a ver únicamente dos puntos que nos permitan aportar nuestra
contribución.
Nos atrevemos con un
desplazamiento que nos permita mirar desde fuera. Reflexionando sobre una
ciudad actual no amazónica se dice lo siguiente: “es un agregado indígena y
noindígena -un circuito de conexiones que no forman una unidad homogénea, pero
donde los fragmentos que la componen aparecen en cada otro, incluso aunque
ellos sean también diferentes. En consecuencia,… la distinción entre ‘yo
colonial’ y el ‘otro colonizado’ no excluye otras similaridades, incluso si la
distinción está repleta con el poder de las diferencias y las jerarquías
sociales violentas”.
Nos parece una descripción tan
redonda que renunciamos a comentarla. Pedimos al lector que se pare un poco a
pensar cada una de las afirmaciones que se hace en ella. Se refiere a la ciudad
de Cuzco. No se trata de pensar la amazonía desde la sierra, lejos de nosotros.
Los indígenas de Cuzco, el mismo trazado urbano de la ciudad, y las
temporalidades que en ellas habitan, son absolutamente diferentes de las
ciudades amazónicas. A nosotros nos hubiera gustado dar con una definición
similar para la ciudad de Iquitos donde vivimos. La autora de dicha descripción
es una antropóloga peruana afincada en Estados Unidos: Marisol De la Cadena.
Sus afirmaciones sobre ‘cosmopolítica’ nos parecen muy acertadas, aunque no nos
detendremos más en ella.
La otra referencia que nos parece
sugerente proviene de Cecilia McCallum, una antropóloga que trabaja con los
Cashinahua o Huni Kuin. Refiriéndose a los jóvenes habla de un ‘compromiso poliontológico’:
los jóvenes ya no tienen un sentido pragmático o estratégico de los idiomas
nacionales, sino que están inmersos en un ‘compromiso poliontológico’. Puede
verse nuestro post: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html
En las ciudades se juega el
futuro de la evangelización de la Amazonía. Si la Iglesia continúa teniendo una visión occidental de la amazonía,
el sínodo panamazónico nacerá muerto. Mucho nos tememos que la Iglesia se
sienta cómoda en las ciudades, donde aplica una pastoral pensada en otros
espacios y otros tiempos. Pensar la ciudad es un imperativo para la Iglesia
actual. Pero no se trata de pensar la ciudad en general, sino de las ‘ciudades
amazónicas’ en concreto, donde el ‘tejido urbano’ posee características
propias. ¿Cuántas iglesias son adornadas con patiquina [Dieffenbachia obliqua]? Lo hemos visto en la catedral de Iquitos
en varias Semanas Santas. ¿Cuántos cristianos comulgan con sus dedos índice y
pulgar como una ‘apropiación de lo extraño’? ¿Cuántos cristianos recibimos la
comunión y negamos la territorialidad integral de los pueblos indígenas o
justificamos la no existencia de indígenas aislados para favorecer a las
industrias extractivas y la expansión de este capitalismo voraz? ¿Cuántas
familias carecen de agua potable y desagüe? ¿Cuántas personas están privadas de
libertad sin comprender los razonamientos occidentales por los cuales les han
llevado a la cárcel? ¿Cuándo tenemos en cuenta los sueños en nuestra pastoral?
¿Cuándo nos hemos parado a pensar que los sacerdotes, obispos… somos vistos
como chamanes? ¿Cuántas familias tienen a parte de sus miembros en los ríos
amazónicos y otra parte en la ciudad para comerciar con especies nativas de
pescado, madera, aguaje…? En fin, pensar
la ciudad amazónica y la poli-ontología nos parecen dos aspectos dignos de ser
tenidos en cuenta.
Buscar una solución a la
eucaristía en lugares donde no hay sacerdote puede ayudar mucho a la Iglesia
amazónica. Pero tengamos en cuenta que eso, con ser importante, puede dejar a
la Iglesia amazónica intacta dado que la mayoría de sus cristianos habitan en
las ciudades. Por tanto, no se trata únicamente de resolver esta difícil situación
de las comunidades más alejadas, como se concede un derecho a la diferencia en
el multiculturalismo occidental, sino de proponer
el cristianismo en medio de las poliontologías y dejarse permear por ellas,
también en las ciudades.
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