martes, 10 de julio de 2018

A VUELTAS CON LAS CIUDADES AMAZÓNICAS. Notas sobre el sínodo panamazónico.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


“Actualmente entre el 70% y 80% de la población de la Panamazonía reside en las ciudades”, afirma el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico. En otras palabras: la situación de la Panamazonía se juega en las ciudades. Nada novedoso: según el Banco Mundial[1] la población urbana mundial en 2017 está en torno al 55%. Recorriendo los países panamazónicos nos encontramos con la siguiente población urbana: Perú (79%), Brasil (86%), Colombia (77%), Ecuador (64%), Venezuela (89%), Surinam (66%), Guyana (29%), Guayana Francesa (sin datos) y Bolivia (69%).

© Miguel Angel Cadenas 2017. Comunidad cristiana en el puerto fluvial de Masusa - Iquitos.


Pero centrémonos en el documento preparatorio para el Sínodo Panamazónico[2].  Las palabras ‘ciudad’, ‘urbano’ y ‘metrópoli’ aparecen únicamente en la primera parte del documento: en el ver. Todo esto nos está indicando la falta de cohesión interna del documento. En otras palabras: que tiene varias manos. De hecho es notoria la diferencia entre las partes.

-          La palabra ‘ciudad’ aparece una primera vez en el primer párrafo del preámbulo y las cinco veces restantes en dos párrafos del ver dedicados a la ‘diversidad socio-cultural’. Daría la sensación que han sido colocados a propósito, pero no parecen permear todo el documento, como nos hubiera gustado que sucediera.

-          ‘Urbano’ aparece en 5 ocasiones. Tres de ellas aparecen en el ver. Dos de ellas en el epígrafe sobre ‘diversidad socio-cultural’ y uno en ‘identidad de los pueblos indígenas’. Las dos veces restantes aparecen en las preguntas sobre el ver.

-          ‘Metrópoli’ aparece una sola vez en el preámbulo.

Se nos dice que el crecimiento de las ‘ciudad(es)’ en la amazonía ‘ha sido muy rápido’. Se cita a ‘migrantes’ y ‘desplazados’ que se han ubicado en sus periferias y que ‘avanzan hacia dentro de la selva’. Se habla de las ‘desigualdades sociales’ y de la ‘producción de la pobreza’. Con el término ‘urbano’ se añade a lo anterior un ‘desarrollo’ no ‘integral’ ni ‘inclusivo’. Y lo que nos parece más novedoso: ‘aparece una nueva categoría constituida por los indígenas que viven en el tejido urbano, algunos reconocibles como tales y otros que desaparecen en ese contexto y por ello son llamados invisibles’. La palabra metrópoli aparece en el preámbulo sin mayores pretensiones.

Cada una de estas afirmaciones daría para comentarios enjundiosos, pero no podemos hacerlo en este espacio. Es interesante que en un documento preparatorio se perciba cómo las ciudades avanzan hacia el interior de la selva y cómo la pobreza es una construcción social e histórica, algo que es producido. Nos gusta especialmente la ‘nueva categoría’ de indígenas que viven en el ‘tejido urbano’, incluso aunque sean ‘invisibles’. Tejer es una poderosa metáfora que en la Amazonía adquiere dimensiones especiales. Todos los pueblos indígenas han tejido por miles de años con hojas de palmera, algodón… No estamos tan de acuerdo que sea una ‘nueva’ categoría. Un único ejemplo: aunque la ciudad de Iquitos, desde donde escribimos, pretenda remontar su origen a un puerto de la Marina de Guerra del Perú, que sin duda tiene su importancia, no se puede tapar el sol con un dedo. En su mismo nombre aparece el pueblo indígena ikito, que fue desplazado, agredido e invisibilizado.

Sería el momento de definir las palabras. Qué entendemos por ciudad, urbe y metrópoli. No se trata únicamente de copiar las definiciones de estas palabras provenientes de algún diccionario. En la selva tienen connotaciones propias. Pero esto nos llevaría muy lejos. Así que vamos a ver únicamente dos puntos que nos permitan aportar nuestra contribución.

Nos atrevemos con un desplazamiento que nos permita mirar desde fuera. Reflexionando sobre una ciudad actual no amazónica se dice lo siguiente: “es un agregado indígena y noindígena -un circuito de conexiones que no forman una unidad homogénea, pero donde los fragmentos que la componen aparecen en cada otro, incluso aunque ellos sean también diferentes. En consecuencia,… la distinción entre ‘yo colonial’ y el ‘otro colonizado’ no excluye otras similaridades, incluso si la distinción está repleta con el poder de las diferencias y las jerarquías sociales violentas”.

Nos parece una descripción tan redonda que renunciamos a comentarla. Pedimos al lector que se pare un poco a pensar cada una de las afirmaciones que se hace en ella. Se refiere a la ciudad de Cuzco. No se trata de pensar la amazonía desde la sierra, lejos de nosotros. Los indígenas de Cuzco, el mismo trazado urbano de la ciudad, y las temporalidades que en ellas habitan, son absolutamente diferentes de las ciudades amazónicas. A nosotros nos hubiera gustado dar con una definición similar para la ciudad de Iquitos donde vivimos. La autora de dicha descripción es una antropóloga peruana afincada en Estados Unidos: Marisol De la Cadena. Sus afirmaciones sobre ‘cosmopolítica’ nos parecen muy acertadas, aunque no nos detendremos más en ella.

La otra referencia que nos parece sugerente proviene de Cecilia McCallum, una antropóloga que trabaja con los Cashinahua o Huni Kuin. Refiriéndose a los jóvenes habla de un ‘compromiso poliontológico’: los jóvenes ya no tienen un sentido pragmático o estratégico de los idiomas nacionales, sino que están inmersos en un ‘compromiso poliontológico’. Puede verse nuestro post: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html

En las ciudades se juega el futuro de la evangelización de la Amazonía. Si la Iglesia continúa teniendo una visión occidental de la amazonía, el sínodo panamazónico nacerá muerto. Mucho nos tememos que la Iglesia se sienta cómoda en las ciudades, donde aplica una pastoral pensada en otros espacios y otros tiempos. Pensar la ciudad es un imperativo para la Iglesia actual. Pero no se trata de pensar la ciudad en general, sino de las ‘ciudades amazónicas’ en concreto, donde el ‘tejido urbano’ posee características propias. ¿Cuántas iglesias son adornadas con patiquina [Dieffenbachia obliqua]? Lo hemos visto en la catedral de Iquitos en varias Semanas Santas. ¿Cuántos cristianos comulgan con sus dedos índice y pulgar como una ‘apropiación de lo extraño’? ¿Cuántos cristianos recibimos la comunión y negamos la territorialidad integral de los pueblos indígenas o justificamos la no existencia de indígenas aislados para favorecer a las industrias extractivas y la expansión de este capitalismo voraz? ¿Cuántas familias carecen de agua potable y desagüe? ¿Cuántas personas están privadas de libertad sin comprender los razonamientos occidentales por los cuales les han llevado a la cárcel? ¿Cuándo tenemos en cuenta los sueños en nuestra pastoral? ¿Cuándo nos hemos parado a pensar que los sacerdotes, obispos… somos vistos como chamanes? ¿Cuántas familias tienen a parte de sus miembros en los ríos amazónicos y otra parte en la ciudad para comerciar con especies nativas de pescado, madera, aguaje…? En fin, pensar la ciudad amazónica y la poli-ontología nos parecen dos aspectos dignos de ser tenidos en cuenta.

Buscar una solución a la eucaristía en lugares donde no hay sacerdote puede ayudar mucho a la Iglesia amazónica. Pero tengamos en cuenta que eso, con ser importante, puede dejar a la Iglesia amazónica intacta dado que la mayoría de sus cristianos habitan en las ciudades. Por tanto, no se trata únicamente de resolver esta difícil situación de las comunidades más alejadas, como se concede un derecho a la diferencia en el multiculturalismo occidental, sino de proponer el cristianismo en medio de las poliontologías y dejarse permear por ellas, también en las ciudades.



1 comentario:

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