Iquitos, enero 2019
Todos necesitamos la bendición de Dios. Pero la bendición de Dios,
siendo gratuita, es exigente: nos compromete a vivir como Jesús nos enseñó. De
nada vale echar agua a un local donde se extorsione a la gente, o donde las
coimas abunden. De nada vale bendecir una calle, cuando el conjunto de las
calles de Iquitos son conocidas más por los huecos que las perforan. Pensemos
en la sangría económica y afectiva que suponen los accidentes, muertes
incluidas, los desperfectos en las movilidades… por el lamentable estado de las
pistas.
Los latinos utilizaban la palabra “benedicere”, de donde proviene “bendecir”:
“bien decir”. Bendecir, por tanto, implica hablar bien, hablar bonito. Cuando
se pronuncia la palabra “bendecir” o “bendición” dentro de una oración, con el
rociado de agua bendita, estamos “haciendo cosas”: solicitar la protección y la
compañía de Dios. Por tanto, la misma pronunciación de las palabras crean
situaciones nuevas. De ahí que sea tan importante hablar bien. Lejos de
pronunciar maldiciones, debemos pedir la benevolencia y bondad de Dios.
Es frecuente escuchar expresiones como “bendiciones”, “que Dios te
bendiga”, “bendecidos por el Señor”, y otras similares. Estando de acuerdo con
estas expresiones no dejamos de tener en cuenta su complemento: “bendecir”
implica “buenas prácticas”. Pero añadimos un nuevo matiz. Vivimos en un mundo
poblado de espíritus: plantas, casas, fotografías de nuestros seres queridos
difuntos… tienen espíritu. Todo tiene espíritu en la selva.
Hay espíritus buenos y malos. Por eso necesitamos protección contra los
malos espíritus. De ahí que muchas familias soliciten la bendición de sus casas
y locales. O la bendición de una persona. Podríamos resumirlo en una palabra:
animismo. Animismo viene de ‘anima’ que significa alma, espíritu; todo tiene
espíritu. Esto es una preciosa herencia de los pueblos indígenas.
Y de nuevo regresamos a las prácticas. Si hemos heredado de los pueblos
indígenas que todo tiene espíritu, entonces por qué los discriminamos. En
Iquitos es evidente la discriminación. Lamentablemente todos participamos en
ella. El color más oscuro de la piel, los apellidos indígenas, los lugares
donde habitamos… Expresiones como ‘masatero’, ‘cholo’, ‘fariñero’… se
convierten en una brutal humillación. El insulto es una ofensa a Dios, para
quienes somos cristianos, y una terrible ofensa a la fraternidad. Cabe recordar
que el insulto a una mujer, por ser mujer, es una práctica contra nuestra
propia humanidad. O con la letra de una canción de hace ya unos años: “cada vez
que me dices ‘puta’ tu cerebro se hace más pequeño”.
Pero volvamos a la bendición. Recibir la “bendición de Dios” es un
regalo de Dios que nos da fuerza. No es una fuerza bruta, oprimente. Es una
fuerza “ajustada” para defender los derechos, “persuasiva”, “convincente”, que
Dios nos da para que pongamos nuestros dones al servicio del bien común. En
estos tiempos de corrupción sistémica solicitar a Dios su bendición implica
rezar por el respeto irrestricto al bien común y comprometer nuestra vida en la
consecución del mismo, por encima de intereses particulares, privados y
espurios.
Hay quien piensa que la bendición de Dios es riqueza, y los pobres
serían el reflejo de la falta de bendición divina: “teología de la
prosperidad”. No opina así san Agustín, siguiendo al gran Job, que fue el
primero en la Biblia que cuestiona esto. “El nombre del Señor no podía ser
bendecido en la riqueza y maldecido en la miseria. Lejos de mi este modo de
pensar. Todo esto decía Job lleno de riquezas interiores. Había perdido toda su
casa, pero su corazón estaba lleno. Había perdido la casa, el oro, pero su corazón
estaba repleto. Dios estaba presente en él en lugar de todos aquellos bienes
que le había concedido antes” (San Agustín, Sermón 15 A, 6). Dejemos que Dios
habite en nuestras vidas.
Y, para concluir, recordar que en octubre de 2019 se llevará a cabo en
Roma el sínodo panamazónico: una reunión de todos los obispos de la panamazonía
con el papa Francisco para delinear las prácticas de los cristianos en este
espacio privilegiado que es la panamazonía. Que Dios les bendiga a todos
ustedes, especialmente a los pueblos indígenas, y a los indígenas que habitan
en la ciudad. Feliz año 2019.
Post Data: Felicitamos a las dos personas que el 13 de enero 2019 solicitaron
el ingreso en la Fraternidad Agustiniana Nuestra Señora de la Consolación de
Iquitos.
P. Miguel Angel
Cadenas
Vicario Regional de los Agustinos de Iquitos
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