Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
La convocatoria de un “sínodo panamazónico” ha supuesto una gran
alegría para nosotros. Sínodo significa “caminar juntos”. Y, aunque necesitamos
la ayuda de expertos que nos orienten, es preciso que todos los cristianos nos
sintamos urgidos a poner nuestro granito de arena: nuestras búsquedas,
tentativas, errores y aciertos en el seguimiento de Jesús, acá, en la
panamazonía. Consideramos que es preciso que la mayor cantidad de personas e
instituciones puedan contribuir con sus saberes, un saber que nace del corazón,
al modo de pensar indígena. De ahí que nos atrevamos a poner por escrito
algunas de las cuestiones que deseamos compartir. Nos marcamos un doble
objetivo: por un lado, cuando uno comparte se obliga a pensar lo que pone en
común; por otro lado, poder escuchar a otras personas que quieran aportar.
© Manolo Berjón
Y si de caminar se trata, caminar es una metáfora querida para
muchos pueblos amazónicos. Nosotros nos vamos a circunscribir al pueblo kukama,
con el que nos hemos acompañado mutuamente durante parte de nuestra vida. Los
kukama son un pueblo tupí-guaraní que habita los cursos bajos de los ríos
Ucayali, Marañón y Huallaga, además de las periferias de las ciudades
amazónicas peruanas. Pero también se encuentran en la frontera con Colombia y
en Brasil. Nosotros hemos acompañado al pueblo kukama en el río Marañón, en
Perú.
Cuando nace un niño se dice que “está llegando”, “ya llegó”. De igual
manera, cuando se acerca la muerte, las personas lo viven como un viaje. Cuando
una persona está moribunda en realidad lo que sucede, desde el punto de vista
kukama, es que se va despidiendo de sus familiares en la tierra y vienen sus
familiares difuntos a buscarle para llevarle a vivir con ellos. Es como un
cambio de familia: de los que están en la tierra, a los que están más allá de
la muerte. Si una persona viaja lejos y no vuelve a dar señales de vida es una
forma de muerte social porque ha terminado las relaciones sociales con sus
conocidos. De tal modo, que su nombre nunca más se vuelve a pronunciar en
público. Pero lo normal es que alguien que viaja lejos de algunas señales de
vida. Ahora con los celulares es más fácil. De hecho, con el crecimiento
económico en Perú, que se ha concentrado en la costa, muchos kukama han migrado
de sus comunidades a Lima u otros destinos de la costa. Pero lo habitual es
establecerse junto con algún familiar en el nuevo destino. Los celulares y las
transferencias bancarias hacen que la familia continúe teniendo un peso
importante. Es una forma de conjurar la muerte social.
Las distancias y los tiempos se han acortado. Algunos de los
migrantes en Lima regresan al río Marañón para ser tratados por algún chamán. Y
cuando han restablecido la salud regresan a su lugar de trabajo. Lo del celular
es simpático. Conocemos el caso de una familia yagua muy ilustrativo. La tía
vive en Iquitos, es catequista en nuestra parroquia. La abuela vive en Pebas
(río Amazonas, Perú) y el nieto veinteañero, en Lima. Vía whatsApp hemos visto
cómo el nieto conversaba en yagua con su abuela, desde el celular de la tía en
Iquitos. Esto plantea nuevos retos, también para la iglesia. Si pretendemos
“caminar juntos” ahora tenemos muchas más redes de comunicación que hace
algunos años. Es cuestión de que sepamos aprovechar las oportunidades.
Pero estas redes no nacen en el presente. El comercio a larga
distancia siempre ha sido posible, incluso en épocas precolombinas: el curare
tikuna estaba presente entre los grupos del alto Amazonas, del Ucayali y Napo.
O las relaciones lingüísticas entre los jíbaro, kichwa y waorani, por dar dos
únicos ejemplos. Un periodo convulso en la Amazonía fue la época del caucho.
Esto dispersó a muchos pueblos indígenas. Para continuar con el pueblo kukama,
sabemos que hay una quebrada y una comunidad con el nombre Cocama en el
departamento de Madre de Dios. Conocemos la historia de una mujer kukama que se
casó con un kichwa del Pastaza y vive desde entonces en territorio ecuatoriano.
Es conocido el traslado de parte del pueblo kukama por el Amazonas, habiendo
asentamientos kukama tanto en Brasil como en Colombia, además de en Perú.
Un
sínodo panamazónico también debe pensar en estas dispersiones fruto de la historia
y la iglesia puede ayudar a establecer lazos entre gentes del mismo pueblo que
habitan en territorios diferentes. Es conocido que muchos pueblos viven a ambos
lados de las fronteras de los países. De ahí la gran importancia de lo
panamazónico. Se rompe con la idea del estado-nación y se establecen alianzas
superiores. La iglesia, una institución global, puede volver a conectar pueblos
indígenas que se vieron disgregados con la configuración de los estados-nación
y la hecatombe del caucho.
Nos sentimos interpelados por este
“sínodo panamazónico” y consideramos que es fundamental que aportemos entre
todos y establezcamos redes más sólidas donde la información fluya de forma más
horizontal. Hemos pensado en una serie de 8 notas breves que acompañen a esta introducción
que irá desgranando algunos temas que nos preocupan. Es evidente que hay
muchísimos más temas, pero esta serie está pensada así. Es conocido que, para
los amazónicos, todo tiene espíritu, lo que distingue a unos seres de otros son
los cuerpos. Una segunda nota introductoria versará sobre cómo llegamos a la
convicción de la necesidad de la pastoral indígena y la importancia que tiene
en la iglesia. En segundo lugar, consideraremos la situación de una mujer, en
su lecho de muerte, que se casó con “un palo de escoba” y que desde el punto de
vista indígena es perfectamente comprensible, aunque a los occidentales nos
deje perplejos. La situación de otra mujer que se casó en su lecho de muerte
para conjurar la brujería, algo que no consiguió pero, al menos, murió en paz.
El acompañamiento que realizamos a varias organizaciones indígenas con el tema
de la hidrovía amazónica y los retos que estos megaproyectos nos provocan. Las
preguntas y constataciones que hemos realizado con los seminaristas y los desafíos
para la iglesia panamazónica. Los (des-)encuentros interculturales en el
sacramento de la confesión para poder acompañar a quienes se acercan, sobre
todo en las ciudades, toda vez que un porcentaje muy alto de indígenas habitan
las ciudades amazónicas. Las vueltas y revueltas que hemos dado acompañando al
pueblo kukama en su defensa de un medio ambiente sano en una provincia
petrolera. Y una última nota sobre el demonio en un asentamiento humano en la
ciudad. Un tema al que no se le da la debida importancia y para los pueblos
indígenas supone un desafío de la alteridad de grandes proporciones. Hay más
temas, pero para empezar hemos pensado esta pequeña serie de notas. No
pretendemos que estén de acuerdo, ese no es el objetivo, sino como un
instrumento para que nos ayuden a conversar entre muchos. Ojalá nos animemos
unos a otros a “caminar juntos”, tal como podemos traducir la palabra “sínodo”.
¡Gracias por sus posts! Llevan a la reflexión y a (re) pensar lo intercultural. También estoy "caminando" y sería genial poder conversar con ustedes. ¿Me podrían facilitar algún correo o número de celular al cual pueda contactarlos?. Saludos y buen domingo.
ResponderEliminarmacadenasss@gmail.com
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