Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
El liberalismo, ese del libre
mercado y las políticas que conlleva, necesitaba que todos fuéramos “iguales”,
en el sentido de homogéneos. Los pueblos indígenas presentaban un retraso en la
modernidad, se trataba de ponerlos a punto. Al menos que se convirtieran en
mestizos. El mestizaje como una línea que va desde lo indígena a lo occidental.
De ahí que los programas de educación fueran tan importantes. Eso sí, una
educación estatal que configuraba a todos por igual y marcaba como un lastre
las culturas indígenas. En la Iglesia también nos vimos avasallados por la
ideología. Pero, un momento, no es que los anteriores cayeran en la trampa de
la ideología, también nos sucede a nosotros; por si acaso, estamos avisados.
Pues bien, durante los s. XIX y XX se construyeron internados para que los
indígenas aprendieran las lenguas nacionales y algunas técnicas más para que,
olvidándose del mundo indígena, se comportaran como “ciudadanos”. Esto también
incluía el derecho a la salud, pero una salud occidental que inocula el
“individuo occidental”. Muchos frailes y monjas dedicaron sus vidas a tareas
sanitarias. Ahí está el excelente trabajo de los promotores de salud apoyados
por la iglesia. No todo es negativo, también debemos estar orgullosos de este
trabajo que ha supuesto algunas mejoras en la salud (vacunas…). Ahora bien,
necesitamos seguir aprendiendo de los sistemas de salud indígena, donde entre
otras cosas, la persona no es un “individuo” aislado, como en la cultura
occidental, sino una “red de relaciones”. La salud no es únicamente un asunto
del individuo sino del grupo, de la comunidad en sentido amplio: incluidos los
espíritus. El chamanismo es un sistema de relación.
© Foto: Leonardo Tello. Cristo Crucificado de la Parroquia San Felipe y Santiago de Nauta
Pero ese tiempo del liberalismo
es cosa del pasado. El siguiente estadio es el neoliberalismo, en el que
estamos inmersos. Ya no se trata de negar la diferencia, como en la etapa
anterior. Al contrario, hay que rescatarla, darle cabida, sobre todo desde el
punto de vista estético, sin molestar al capital. Es el tiempo de la educación
bilingüe (e intercultural) y de la salud (intercultural). Colocamos
intercultural entre paréntesis porque deja mucho que desear. Esta etapa
coincide con el multiculturalismo: todas las culturas son buenas y adecuadas en
su propio seno, liberando de trabas (“sociales”) al capital. Se huye de la
igualdad y se fomenta la “diversidad”. Ahora de lo que se trata es de los
territorios.
Mientras el proyecto liberal
pasaba por la homogenización de las conciencias históricas de los individuos y
precisaba de los trabajos de la medicina, la biología, la antropología, la
criminología…, el proyecto neoliberal pone toda su fuerza en la economía como
relación social y como disciplina incuestionable. La expansión del mercado es
compatible con el multiculturalismo y los proyectos estatales de
interculturalidad.
Pongamos algunos ejemplos. Las
petroleras hacen todo lo posible por llevarse bien con los pueblos indígenas.
Si tienen que implementar algunas políticas educativas, no tienen inconveniente
en hacerlo, siempre en connivencia y solapando el trabajo que le corresponde al
Estado. Pueden apoyar incluso procesos bilingües (e interculturales), dejando
clara su pretensión exclusiva de “hacer su trabajo” (desastres medioambientales
y desestructuración indígena de por medio). A las petroleras les interesa la
“paz social”, siempre y cuando los territorios indígenas puedan ser lugares de
extracción de recursos naturales. Es tal la voracidad del capitalismo que
prácticamente los “bienes de la creación” (que algunos denominan con una
expresión que no compartimos: “recursos naturales”) son esquilmados, con poco
respeto al medio ambiente, y suele coincidir con territorios indígenas.
La hidrovía amazónica es un
megaproyecto que implica dragar algunos puntos de los ríos para que puedan
navegar grandes barcos. Se trata de abrir la ruta Brasil, a través de la
Amazonía, con la costa peruana y de acá fundamentalmente a China. En el proceso
de consulta a los pueblos indígenas consiguieron que 4 sabios estuvieran
presentes en todo el proceso de consulta. Eso no es problema para el Estado
peruano, lo aceptó con agrado. Ponen un colorido multicultural que es apropiado
para el Estado. Ahora bien, los términos en los que se consulta y las decisiones
que se toman son exclusivamente desde el punto de vista occidental. La
folklorización y estetización de los pueblos indígenas es favorable al
neoliberalismo siempre y cuando los territorios indígenas queden abiertos a las
propuestas neoliberales, es decir, en manos del capital.
Son dos los principios que el
neoliberalismo necesita: los “territorios” delimitados con GPS, que no
corresponden a la territorialidad indígena poblada de espíritus y relaciones;
y, la “individuación”. En procesos que comienzan con el documento nacional de
identidad (DNI) que fosiliza un nombre. Muchos pueblos indígenas amazónicos
cambian de nombre con frecuencia, el DNI utiliza una identificación occidental,
olvidando otras formas de identificación indígena[1].
Desde acá fluyen los créditos. Estos son posibles cuando una persona se
convierte en “individuo” y puede enajenar bienes personales: ahí están los
créditos bancarios o en proyectos de desarrollo, incluidas las propuestas de
algunas ONGs.
Sin embargo, para la Iglesia no
es suficiente con hacer buenos análisis. Se precisa de propuestas. Al menos es
conveniente que nos inspiremos en nuestra propia tradición. Pablo se refiere a
Jesús como “Señor”. Al día de hoy esta designación se nos pasa desapercibida.
Sin embargo, es una respuesta cristológica de Pablo a la situación que se
vivía. El emperador se denominaba “el Señor”, y pretendía exclusividad, en una
tendencia hacia la divinización. Pablo acota: “el único Señor es Jesucristo,
para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 11), “si confiesas con tu boca que Jesús es
Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, te
salvarás” (Rom 10, 9). Es decir, Pablo, con esta acuñación cristológica está
respondiendo nada menos que a la tendencia a la divinización del emperador. Y
lo tiene claro: el único Señor es Jesucristo, nadie más. Pues bien, la etapa de
neoliberalismo que estamos viviendo no debe ser únicamente para hacer buenas
descripciones e interpretaciones, ni siquiera para proponer cuestiones éticas,
debe ser un desafío a la propia cristología: ¿quién es Jesús para las
comunidades cristianas amazónicas en medio de un proceso neoliberal?
[1]
Para el tema del DNI puede consultarse: http://lacandeladelojo.blogspot.com/2016/05/homogeneizar-otorgar-el-dni-los-urarina.html