Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
El documento preparatorio para el
sínodo panamazónico consta de tres partes, para ello utiliza el método clásico:
ver, juzgar/discernir y actuar. En nuestra opinión la primera parte es la mejor
construida. Aunque tenemos algunas objeciones que queremos compartir. La segunda
parte, sobre el juzgar, es una amalgama de citas bíblicas que nos parece
mejorable. Y la tercera parte, sobre el actuar, tiene como centro la eucaristía
y los ministerios.
© Manolo Berjón, 2014
Nos gustaría comenzar con un poco
de historia. La periodización que avanzamos nos sirve como una
propuesta, no como un dato acabado y refinado. Dividiremos la presencia de la
iglesia en la Amazonía, de forma genérica, en tres periodos: del s. XVI al s. XIX;
el siglo XX “largo o ampliado” y la actualidad. En este avatar histórico la
iglesia se ha ido estableciendo en la Amazonía desde el exterior. Comenzamos
con algunos focos importantes de entrada de misioneros a la Amazonía. Faltan muchos
datos, pero esto no es un tratado de historia, es simplemente una propuesta que
nos permita comprender en qué situación nos encontramos.
a) Santa
Cruz de la Sierra: obispado creado en 1605:
a.
Los jesuitas:
i.
Dependientes de la provincia del Perú se
establecen en Moxos en 1682
ii.
Dependientes de la provincia del Paraguay se
establecen en Chiquitos en 1696
b.
En el siglo XX de Santa Cruz de la Sierra se
escinden:
i.
en 1917 el vicariato del Beni,
ii.
en 1919 el vicariato apostólico del Chaco, hoy
denominado Camiri,
iii.
en 1930 el vicariato de Chiquitos, hoy
denominado San Ignacio de Velasco;
b) Quito:
en 1639 los jesuitas de Quito llegan a Maynas;
c) Carúpano
(Orinoco, Venezuela): en 1650 llegan los capuchinos;
d) Santa
Rosa de Ocopa: fundación franciscana de 1725 en Junín (Perú). Después de la
salida de los jesuitas de Maynas, visitan el Huallaga, Marañón, Ucayali, que
posteriormente abandonan y se centran en la zona de la selva de Cusco y Madre
de Dios.
e) Belén
do Pará: en 1748 construyen la catedral Nuestra Señora de Gracia;
f)
Chachapoyas: obispado creado en 1843;
g) Nueva
Pamplona (Colombia) (obispado creado en 1835)
a.
en 1928 se escindió la prefectura apostólica del
río Magdalena, hoy denominada diócesis de Barrancabermeja;
b.
en 1951 la prelatura territorial de Bertrania en
el Catatumbo, hoy denominada diócesis de Tibú)
h) Obispado
de Guayana (Venezuela) (creado en 1790);
i)
En 1892 se creó la diócesis de Amazonas, con
sede en Manaus.
Los portugueses penetran desde la
costa del Atlántico en la Amazonía. Jesuitas, franciscanos y otras órdenes
religiosas incursionaron por el Amazonas en la parte brasileña. Existen otras
sedes episcopales que no hemos señalado. La idea no es hacer un recuento de la historia,
eso queda para los especialistas. Nuestra pretensión consiste en marcar tres
etapas que nos permita comprender en qué situación nos encontramos:
1. Siglos
XVI-XIX: es la etapa colonial y la independencia de las colonias. Los
misioneros que llegaban a la amazonía dependían de sedes episcopales que se
encuentran fuera de la amazonía, generalmente bordeándola. En esta etapa se
produce un cambio de dependencia de las metrópolis europeas a los estados-nación
americanos.
2. Siglo
XX “largo o ampliado”. Proponemos su comienzo en 1892, con la creación del
obispado de Amazonas con sede en Manaus y concluye en 2019, con el sínodo
panamazónico. En esta etapa la iglesia se alía con los estados-nación y crea
las diversas diócesis y vicariatos. Es una etapa de implantación de la iglesia
en el territorio amazónico. Son las órdenes religiosas las que responden tanto
del personal como de la economía. Pero con la crisis vocacional occidental esta
etapa se está cerrando. Una de sus pretensiones fue “civilizar” a los
indígenas. La creación de las actuales ciudades suele coincidir con un puesto
de misión al que poco a poco se fueron incorporando diversos funcionarios
estatales para terminar creciendo poblacionalmente hasta construir la ciudad.
Tengamos en cuenta que el s. XIX son las independencias de las colonias, y una
vez concluida esa etapa, tanto la iglesia como los estados-nación, comienzan a
mirar la amazonía para ocupar su espacio, normalmente con colonos venidos de
fuera.
3. A
partir del sínodo panamazónico. Es una iglesia que pretende cambiar su rostro
occidental para adquirir un “rostro amazónico” y un “rostro indígena”. Digamos
que desea despojarse de su “colonialidad”: una vez conseguidas las
independencias políticas nos queda el patrón estructural de poder de la
modernidad, del que ahora se desea despojar. En esta tesitura los ministerios
juegan un papel claro. Quién los detenta y cómo se ejerce el poder es básico
para lograr la decolonialidad: pensar y actuar con criterios diferentes a los
acuñados en la modernidad occidental. Esta etapa exige planteamientos
diferentes. Ya no se camina al lado del estado-nación sino que se pretende
situar en las fronteras para transformarlas y tejer redes transfronterizas. La
idea clave es “ecosistema”: la comunidad de seres vivos que se relacionan entre
sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente. En
breve: si se contamina una cuenca en Perú, Bolivia, Ecuador… termina
perjudicando también a Brasil. Si se contamina en el Amazonas brasileño los
grandes zúngaros ya no surcarán el amazonas, perjudicando también los
territorios de los pueblos indígenas en Colombia, Perú… Los ecosistemas carecen
de pasaporte. El documento utiliza también la palabra “interdependencia”. En
tiempos de cambio climático, o nos salvamos todos o todos perecemos.
Es decir, la primera etapa (s.
XVI-XIX) las misiones dependen de sedes episcopales que están fuera de la
amazonía; la segunda etapa (s. XX “largo o ampliado”) la iglesia asienta las
sedes episcopales en territorio amazónico; y la tercera etapa (actualidad) se produce
la decolonialidad del poder, con las metáforas de Francisco en Puerto Maldonado
recogidas en el documento preparatorio: una iglesia “con rostro amazónico” y “con
rostro indígena”.
Bosquejado este sucinto repaso
histórico nos centraremos a continuación en la primera parte del documento: el
ver. Nos parece que es lo mejor del documento. Nos ha gustado aunque tenemos
algunas objeciones:
1. Es
demasiado occidental. Se ha elegido la “escritura” como vehículo de
comunicación. Incluso se elogia que algunos indígenas están escribiendo sobre
sus pueblos. Esta alineación con la “ciudad letrada” nos parece poco adecuada,
sobre todo ahora que los medio audio-visuales permitirían una mejor llegada a
todas las comunidades, para que también pudieran participar en la preparación del
sínodo. Esta apuesta por la escritura deja fuera a la mayoría de la gente en la
amazonía. Es necesario revertir esta situación, todavía estamos a tiempo. Aunque
los medios audio-visuales tienen otros parámetros diferentes de la escritura,
no basta con colocar una cámara delante de una persona leyendo (sería nefasto),
es posible y deseable intentarlo. Tal vez ya no tanto para hacer aportes al
sínodo, como sería ideal, sino como un instrumento que prepare el post-sínodo,
establecer redes que permitan a las comunidades “adueñarse” de la iglesia. Es decir,
no estamos pensando tanto en el sínodo, como en la sinodalidad.
2. Los
indígenas son los otros, y son otros un tanto dulcificados. Se utiliza la
expresión “buen vivir” y se evitan los conflictos. Nunca se dice lo que significa "buen vivir". Un sólo ejemplo: para los paumari brasileños "buen vivir" implica parasitismo: se juntan con algún patrón para de esta manera chupar su sangre. No se consideran víctimas. En definitiva, se ha tomado partido por una escuela antropológica. Nos parece que el documento destila la
imagen del “buen salvaje”. En nuestra opinión esto no ayuda en nada a los
indígenas y a la propia iglesia. Es como si se tratara de dejar en segundo
plano los elementos que no son cómodos. Este irenismo nos parece perjudicial. Todo
misionero sabe en carne propia de las luchas internas en cada comunidad y en
cada pueblo indígena. En nuestra opinión no ayuda nada la elección del término “Pueblo
de Dios” para referirse a la iglesia, en detrimento de “Cuerpo de Cristo” que
ni siquiera se nombra. Pero esto será objeto de otro post.
3. Estamos
completamente de acuerdo con la siguiente afirmación del documento: ‘Aunque ser
indígena no se deriva únicamente de su pertenencia étnica y también se refiere
a su capacidad para mantener su identidad sin aislarse de las sociedades que
les rodean y con las cuales interactúan’. Sin embargo, nos sorprende que se
hable de “tres millones de indígenas”. Un documento preparatorio no tiene
porqué explicitar de dónde sacan esta cifra de indígenas, cuáles han sido los
criterios utilizados. Pero nos parece preocupante por lo siguiente:
a.
Nos parece un número muy reducido que no
responde a la realidad. El problema, tal como nosotros lo concebimos, es que
termine siendo una minoría a la que realizar algunas concesiones para que todo
siga igual.
b.
Mucha gente que habita las ciudades, en porcentajes
muy altos en nuestra opinión, participan de lo que podemos denominar ‘poli-ontologías’.
Se pueden manejar como occidentales, pero cuando llegan la crisis (enfermedad,
muerte…) acuden al sistema que les da más seguridad: las creencias indígenas. No
en vano el chamanismo permea las sociedades amazónicas. Es frecuente, incluso,
que la segunda generación de migrantes europeos presenten este tipo de
poli-ontologías. Esto plantea interrogantes interesantes a la pastoral de la
iglesia. Hasta ahora han sido tratados como occidentales, cuando en la práctica
pastoral diaria comprobamos que no es así. Si tenemos en cuenta, como dice el
documento, que el 70 u 80% de la población amazónica habita en ciudades, es
fundamental que tomemos este dato con toda seriedad. Estas poli-ontologías nos
permiten situar lo indígena, en nuestra opinión, más allá de la etnicidad. Para
el tema de la poli-ontología se puede ver en este mismo blog: http://almainconstante2.blogspot.com/2018/04/poli-ontologia-poli-que-hacia-el-sinodo.html
Continuaremos haciendo algunas
propuestas.